La Junta de Andalucía ha decidido indemnizar a las mujeres que fueron vejadas y violadas durante la Guerra y el Franquismo por los falangistas, pero no quiere saber nada de las miles de mujeres que fueron violadas y asesinadas por los milicianos de izquierda, muchas de las cuales fueron torturadas o asesinadas por ser monjas, esposas o hijas de militantes de la derecha. Esas, simplemente por proceder de la derecha, no pueden reclamar reparación alguna al gobierno andaluz, sectario e injusto.
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La Junta de Andalucía ha aprobado un Decreto por el que se indemnizará con mil ochocientos euros a las mujeres andaluzas que padecieron formas de represión sobre el honor, la intimidad y la propia imagen durante la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura. El sectarismo y la arbitrariedad, que anidan en la Junta de Andalucía desde hace décadas, sale a flote en vísperas de elecciones, olvidando que también los milicianos de la República violaron, asesinaron y sembraron España de dolor y sangre.
Pero la Junta, sectaria y parcial, solo compensará a las mujeres que fueron humilladas por los falangistas, como si los asesinos y maltratadores de la izquierda jamás hubieran existido.
Es una locura más de esta izquierda inepta que, a pesar de haber recibido ríos de miles de millones de euros, procedentes de los impuestos y de los fondos europeos, han mantenido a Andalucía en el furgón de cola, liderando el desempleo, el fracaso escolar, el caciquismo, el sectarismo, el clientelismo y otras muchas lacras.
Franco sirve de excusa para comprar votos y voluntades con limosnas. El precio de esas vejaciones ha quedado tasado en 1.800 euros, precio de la dignidad de una persona.
Por fortuna, cada vez son más los andaluces que desean abandonar el "protectorado" político y moral que representa la Junta andaluza, que no se creen las patrañas del "régimen" socialista andaluz y que saben que el objetivo final de este decreto no es tanto compensar las vejaciones a las mujeres como comprar votos y desviar la atención ciudadana y el debate de los verdaderos dramas andaluces, que son el avance de la pobreza, el fracaso de la economía, la corrupción galopante en el sector público y el pésimo gobierno que ha padecido la región en las últimas décadas.
Las respuestas a esa iniciativa han sido muchas: la de los progres es de sumisión plena al poder de los "suyos"; la de los buenistas acobardados es tibia, calificándola de "buena, pero inoportuna en tiempos de crisis". La gente libre y con dignidad que queda por los esquilmados páramos andaluces piensa que constituye un abuso más de poder, un intento más de compra de votos y otro desatino peligroso que desentierra odios y recupera en la memoria, de manera innecesaria, parcial y sectaria, una de las etapas más tristes y crueles de la historia de España.
La oposición de derecha, como siempre, acobardada, sin responder con contundencia a los abusos, sin arriesgar, confiada en que les será suficiente esperar para que los errores e injusticias del socialismo reinante en Andalucía expulsen del poder a los jerifaltes de la Junta.