Revista Cine
Relatos de superación personal, de hombre contra el sistema, de sufrimientos afectivos, siempre ha habido. Suelen ser recibidas de un modo similar, ya que poseen una estructura exacta. Siempre se destacan los mismos aspectos, al igual que continuamente se rechazan otros.
Dallas Buyers Club es de esa clase de películas. La última película de Jean-Marc Vallée no inventa la pólvora y tampoco lo intenta, no lo necesita. La gran baza de este film es su protagonista: un increíble, inconmensurable, comedido y perfecto Matthew McConaughey. El actor recordado (¿?) por películas que lo encasillaron como guapo de turno (dónde habrá quedado Kate Hudson), ha despertado y quiere su lugar en el cine. Como otros intérpretes antes que él, quiere su momento, lo quiere ya y ha venido (ha regresado) para demostrarlo. Avisó con Magic Mike, creció con Mud y Dallas Buyers Club es la confirmación. No habrá lugar a dudas de que Ron Woodroof es Matthew McConaughey y de que Matthew McConaughey es Ron Woodroof.
El actor sabe controlar en todo momento la escena, los gestos, las miradas, el tono de voz. Es un papel hecho a la medida, y que le permite la licencia de incluir socarronería y humor propios. Un personaje en estado de absoluta libertad que además se ve respaldado por la interpretación de Jared Leto en la ratificación de que, para Leto, los papeles-reto (véase Chapter 27) son su fuerte. En su personaje de Rayon, travesti drogadicto, la fusión es total. No existen manierismos y excentricidades, solo la capacidad interpretativa de un gran actor.
Las dos horas de metraje son justas para la historia relatada. El tono del film está muy bien distribuido, sin tomar nunca una vertiente totalmente dramática, además de sumergir al espectador con facilidad en un ambiente sucio de barro y mentalidad de vaquero de rodeos. No hay historias secundarias que pudieran lastrar el conjunto, aunque podría considerarse a Jennifer Garner como un error de cásting total. El personaje de la actriz, con su correcta interpretación, resulta demasiado… contemporáneo, para una película que transcurre en 1985.
Es el único pero que podría achacarse a una película que no innova en lo estético pero que decide echar el resto en la interpretación de un actor que, ayudado por el soporte de un gran Jared Leto, hace suyo un personaje que en el futuro se tomará como referencia en el comienzo de esta segunda etapa como actor serio.
Jonathan SV