Revista Espiritualidad
Con frecuencia, muchas personas que acuden a un psicoterapeuta, esperan que este les “cure”, les resuelva sus problemas, les de consejos o incluso les cambie la personalidad mágicamente o con facilidad. Pero esto no funciona así. La psicoterapia no es exactamente algo que cure desde el terapeuta, o que consista en lo mencionado anteriormente. En la psicoterapia, el terapeuta hace su trabajo, sigue su método (dependiendo de la escuela que siga) y desde luego busca ayudar a otra persona a que supere sus conflictos, problemas, etc. Pero no es el terapeuta el único que trabaja en el proceso. El que hace el trabajo es fundamentalmente la persona que pide ayuda, que es quién tiene un potencial curativo y una capacidad para sanarse que suele desconocer; sea por lo que piensa de sí misma (que suele venir de lo que otros le hayan dicho que es, aunque esto sea erróneo) o sea por hábitos mentales erróneos, conflictos, autoengaños, traumas, etc. Cuando alguien pide ayuda terapéutica se siente perdido, desorientado, sufre, está en crisis, o solamente quiere crecer. Es importante deshacer el tópico de que quienes acuden a una consulta de psicoterapia están locos. De hecho, los locos normalmente no quieren ayuda porque piensan que están cuerdos.
La cuestión principal, desde mi punto de vista, es ayudar a que la persona, sin dejar de ser ella misma o buscando ser ella misma, vaya tomando contacto con su verdadero ser, o al menos con su ser potencial, que aunque no sepa cuál es, puede llegar a encontrar.
No voy ahondar ahora en la complejidad del proceso, pero sí quiero introducir la reflexión sobre la capacidad que tiene todo ser humano de poder evolucionar, crecer, sanarse, etc. Siendo él el principal protagonista del proceso, quién realiza el trabajo fundamental con el apoyo, compañía o guía de un terapeuta.
En este sentido me llamó ayer la atención un texto que leí, que lo explica muy gráficamente:
Debido a la forma del huevo, un animal que lo golpee desde el exterior tendrá grandes problemas para romperlo y abrirlo. Pero el más ligero toque desde el interior del cascarón puede hacerlo añicos cuando el polluelo está preparado puede asomarse y nacer. La naturaleza de su saber selectivo favorece, de esta forma, una nueva generación –por ejemplo a la avestruz nonata sobre una manada de leones, que pueden golpear el huevo de un lado al otro del Serengueti sin ser capaces de romperlo. Casi toda la fuerza parte de dentro.
Del mismo modo, un paciente, cualquier paciente, golpeando incluso muy ligeramente, puede lograr más cambios en la personalidad que incluso el mejor terapeuta trabajando solo desde el exterior.
…Más allá de nuestra aportación de calidez e insights, debemos encontrar lugares donde cada paciente pueda golpear, incluso suavemente, contra la superficie del receptáculo. Fomentamos el esfuerzo. Pero sólo mediante la propia fuerza de voluntad del paciente, sólo a través de sus actos, puede producirse un cambio real.
George Weinberg (Extraido del libro “Introducción a la Psicoterapia. El saber clínico compartido de Randolph B. Pipes y Donna S. Davenport, p.19).
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