La clase política establecida, esa que representa al Establecimiento y no al pueblo, cuando le toca el turno de encaramarse al machito del poder gubernamental, acostumbra a responsabilizar a los grupos 'antisistema' de las manifiestaciones de protesta contra las políticas regresivas que acaban en gresca con la policía.
Pero ¿qué es un antisistema? En principio, el prefijo 'anti' (ser contrario a algo) cuando ese algo es un sistema, podría aplicarse a todos aquellos conjurados con intereses espurios que actúan, por activa o por pasiva, con el fin de degradar y /o destruir los sistemas públicos de sanidad, pensiones o de protección social en general. Caso en estos momentos de los dirigentes del Partido Popular.
Antisistema son, asimismo, los que, con sus modos corruptos, sus listas electorales cerradas o sus trampas de gobierno, atentan contra el sistema de democracia representativa que, con mayor o menor conocimiento, fue aceptado por el pueblo español en el momento de la Transacción. Quiero decir, con la comúnmente llamada Transición entre el final de la dictadura franquista y el arranque del nuevo statu quo coronado por un Jefe del Estado nombrado 'a título de sucesor' por el dictador, a quien la Historia tenga en su cubo de basura.
Todos estos elementos antisistémicos actúan movidos por una finalidad concreta: destruir el Estado del Bienestar, entregar los bienes de titularidad pública a la propiedad privada y, en el caso de los gestores de lo público que vampirizan estas instalaciones, llenarse ellos sus propios bolsillos.
Pero no es de estos antisistema de los que hablan los 'jefes de seguridad' del Gobierno, sino de los presuntos elementos que se dedican a reventar manifestaciones de ciudadanos pacíficos. Y lo peor, según dice el ministerio del Interior, es que estos elementos reventadores son itinerantes, viajan por todo el territorio nacional, buscando oportunidades de montar la gresca.
Una de las preguntas que surgen de inmediato es: ¿Con qué dinero viajan? En tiempos del franquismo se habría dado una respuesta tópica a esta cuestión:'El oro de Moscú', aludiendo a la supuesta estrategia del régimen comunista de la Unión Sóviética para desestabilizar al régimen. Pero el argumento ya no vale, pues la URSS hace décadas que desapareció del mapa político.
Es más plausible la hipótesis que apuntaría al propio Gobierno del Partido Popular como responsable de subvencionar a estos grupos violentos. Una vieja estrategia, practicada por los gobiernos de escasa sensibilidad democrática, para romper las manifestaciones de protesta o desprestigiar el sentido de las mismas, es la infiltración de agentes de policía camuflados que incitan a los manifestantes a cometer desmanes.
En un momento dado, los provocadores se muestran especialmente activos, insultando o lanzando objetos contra sus compañeros uniformados, brindándoles así el motivo para intervenir. En ocasiones, estos infiltrados han llegado a romper lunas de escaparates, consiguiendo de este modo predisponer a comerciantes y vecinos en contra de los motivos de la protesta cívica, brindando imágenes violentas a los medios de comunicación.
La presencia de policías infiltrados no es una leyenda urbana. Durante la protesta del 25-S en Neptuno, la tensión llegó a tales límites que los policías arremetieron contra uno de los suyos. "Qué soy compañero, ¡coño!" se escucha a unos de los 'manifestantes'. Tras un primer momento de confusión, uno de los agentes escucha al agredido. "Estaros quietos, éste es compañero, joder". Seguidamente uno de los antidisturbios pide serenidad. "Tranquilizaros un poco, coño".
“....además convengamos que sería muy anormal usar la policía para, por las buenas o por las malas, y más mal que bien, convencer a los trabajadores de declararse en huelga, cuando desde siempre la policía ha sido usada para reventarlas, a base de infiltraciones y otros procesos menos sutiles”. (José Saramago, Ensayo sobre la lucidez)