Revista Economía

¿Quien para un tren lanzado toda máquina?

Publicado el 02 julio 2012 por Pacolopez

La respuesta es: nadie. Porque no se puede parar. O si se intenta se te lleva por delante.

Ese esa es la imagen que me imagino cuando se habla de por qué no se paró la burbuja inmobiliaria. Como a un tren a toda velocidad, sólo se la podía haber evitado no permitiendo que el tren alcanzase una velocidad imparable. Y no se hizo. Quizás porque no se pensó que se llegaría a ese nivel de calentamiento, o que no sería imparable.

Hemos de sacar enseñanzas para un futuro (si es que los humanos aprendemos algo).

Cuando un tren va a gran velocidad, y sus pasajeros están embriagados con el viaje, si alguien levanta la voz y sugiere que se frene, lo normal es que lo tilden de aguafiestas, y no le hagan caso, o incluso no se atreva a denunciarlo. A lo sumo se queda en un estudio o una declaración que publica un diario de provincias, sólo por llevar la contraria.

De hecho fueron bastantes los que denunciaron los peligros de la burbuja inmobiliaria en sus momento, pero no fueron escuchados. Alguno incluso los acusó de provocar el pánico y de ser los responsables de los problemas. “Con lo bien que iban las cosas y viniste tú a fastidiarlo todo”.

No quiero justificar a nadie, y mucho menos aliviar la incompetencia y la corrupción que en gran parte ha provocado y amplificado las consecuencias de esta crisis. Pero sugiero a cualquiera que se ponga en el momento y en lugar de quienes en teoría debían haber evitado todo esto, y se pregunten que hubieran hecho ellos.

En ese contexto trato de explicarme la actuación de Banco de España. Apuesto por que vieron el problema (quizás no en toda su dimensión, porque esto es algo nuevo, y se ha realimentado a sí mismo, como un tumor maligno), pero las instancias políticas minimizaron sus mensajes y descartaron las medidas que seguro que sugerían. Nadie quería parar el tren que nos había llevado a Europa y nos había convertido en un campeón mundial, a la altura de Italia (se decía) y pronto a la altura de Alemania. ¿Quien se atreve a ir contra eso? Y lo bueno es que nos lo creímos.

Ahora pagamos nuestra vanidad y nuestra necedad. ¿Aprenderemos algún día?


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