Quien puede hablar en nombre de otro.
Poner en sus labios pensamientos ajenos,
interpretar lo íntimo de un prójimo
que quizás no sea lo que parece cuando escribe
y luego, desolados
comprobar que ni siquiera conocemos nuestra propia biblia.
Es fácil hacer versos
teclear palabras trufadas de metáforas
y disparar dardos emponzoñados
que alcancen corazones ya heridos.
Son las noches de insomnio las más claras.
Sin luz se ve, en silencio se escucha.
Habrá que rectificar el alba
ser fuego y agua
y vagar buscando el equilibrio
aquél que quiera.
Pero a veces nos olvidamos
que indiferentes compartimos
el juego mortal del “todo vale”
Blanca Villanueva