El PP es un partido posmoderno en su afición al robo pero medieval en su concepción de la justicia.
Escribió Norbert Elias en El proceso de civilización que nos cansamos de las ejecuciones públicas cuando nos hicimos civilizados. Quedaba atrás la violencia de los caballeros feudales y la rienda suelta a la venganza y a otras emociones llenas de miedo (quemar brujas, quemar gatos en un saco). Las emociones empezaron a discurrir por otros lados. A un niño no se le deja tocar todo lo que quiere y la madurez implica autocontención. Por eso dejó de darnos placer seguir nuestros instintos más animales e impulsivos. El Cristo en la cruz dejó de sangrar y entendimos que cuando alguien rompía las reglas de la sociedad era un poco culpa de todos. Y le dijimos al poder que en vez de darnos espectáculos de circo con leones nos subieran el salario y nos empezó a interesar más ver cómo prosperan los nuestros que distraernos regresando a la venganza de los monos.
Los zombies recuerdan esos espectáculos medievales donde desmembraban a un reo. Los zombies llevan por fuera lo que los demás llevamos por dentro, vísceras, venas, huesos y cartílagos. Los del PP sobreviven porque vivimos en una cultura de zombies. Son zombies que vienen del franquismo y sólo han cambiado el corte de los trajes. La pira ardiendo la brindan los medios jurándonos venganza.
Siempre que alguien pide que se suba el salario mínimo, el PP azul o el PP naranja caen en el "populismo punitivo", es decir, darnos de comer venganza en vez de legislar para llegar con dignidad a fin de mes. Ahora toca la "prisión permanente revisable", es decir, la cadena perpetua. Mañana, la pena de muerte. Da igual lo que dicen los que saben de estas cosas: que aumentar los castigos a niveles de inhumanidad no rebaja nunca los delitos que nos estremecen. Sin embargo, nos hacen parecemos a esos asesinos. Nos contamina. Nos hace como ellos. Nos ganan. Quienes nos deslizan por ese precipicio no se dan cuenta pero matan otra vez a sus víctimas. El ser humano no se despliega con la venganza, sino con la compasión y la justicia.
En España, tenemos uno de los menores índices de delitos de Europa y una de las poblaciones carcelarias más alta. Elevar el castigo se entiende en las víctimas, no en los políticos. Por eso El Lute fue un símbolo: lo construyeron como quinqui en vez de explicarlo como pobre. Y claro que también había monstruos.
Los familiares de las víctimas tienen la razón doliente de las víctimas, que es una razón muy poderosa. Pero la convivencia se hace no teniendo una razón, sino sumando las razones. Lo único que salva la memoria de las víctimas no es que en su nombre volvamos a ser bárbaros, sino que usamos su muerte para hacer el mundo un poco más decente en un mundo donde también habitan monstruos.
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