El más famoso físico de la Historia falleció el 18 de abril de 1955, a los 76 años de edad. Einstein era consciente que su muerte se convertiría en un evento planetario y su cadáver, en una reliquia venerada. Es por eso que, en sus últimos meses de vida, pidió que su cuerpo fuese incinerado en la intimidad familiar y sus cenizas esparcidas en un río antes de que los medios de comunicación se enteraran de su muerte.
Y así se hizo, pero lo que nadie sabía era que no todo el cuerpo fue incinerado. Quien iba a pensarlo… que el patólogo responsable de su autopsia, Thomas Harvey, de 43 años había extraído el cerebro del genio, lo pesó, lo disecciónolo introdujo en formol y se lo llevó a escondidas en varios tarros a un sótano de su casa.
El asunto salió a la luz días después, cuando Harvey confesó todo al hijo de Einstein, Hans Einstein. Le explicó que lo hizo como parte de un experimento científico. Hans accedió a que el patólogo conservara el cerebro, bajo la promesa de que le daría un uso exclusivamente científico. El objetivo de Harvey era publicar cuanto antes, estudios sobre el cerebro de Einstein y adquirir fama mundial, pero no logró conseguirlo.
Fue solo conocido por ser el que robó el cerebro de Einstein… En la actualidad, el cerebro de Einstein se encuentra repartido en museos y laboratorios, donde pretenden descubrir más detalles que hacen único a este ansiado cerebro.