Quien sabe;
tal vez un día se te decapite la sonrisa.
Se te derrame el discurso perfecto
por la democrática camisa impoluta.
Y quede una mancha homicida transparente.
Y al regresar a tu casa en la segunda planta
la derrota sea la única que te espere
abierta forzada de piernas como aquella mucama
sin papeles llamada quien coño va a creerte.
Quien sabe;
tal vez ese día al otro lado de la línea
el silencio te responda a la lista de favores que te debe.
Se te amañe la suerte, te falle el jurado, te cueste la encuesta.
Te lluevan mordiscos invisibles de perros huérfanos.
Al abrir el grifo el barro dibuje tu nombre sobre la pila.
Se te trabe la corbata nueva en la puerta giratoria
y durante mil años no sepas si vas o vienes.
Quien sabe;
tal vez ese día el viento te empuje a la calle trémula
y te arrolle el desahucio de los autobuses.
Te devore las manos el hambre sin contrato
te aplaste contra el suelo la ausencia de techo
y la inseguridad social te asalte justo debajo
del anuncio gigante con tu rostro triunfante.