El término planificar puede ser sumamente elástico a la hora de interpretar su función o su estructura. La cuestión es, ¿cuántas empresas tienen realmente un plan de acción? O mejor dicho, ¿Cuántas empresas conocen el alcance de un buen plan y, por defecto, los inconvenientes de un mal plan? En definitiva, ¿Quién sabe planificar?
Planificar se fundamenta en algo muy sencillo: proporcionar toda la información a las áreas de trabajo, conceder a cada pieza la posibilidad de defenderse sin ninguna duda en la batalla con los posibles clientes. Por consiguiente, establecer un protocolo de defensa es el principio de la planificación, porque en el transcurso de ese trabajo de proyección, surgen datos que determinan la estrategia de acción, pequeños detalles capaces de favorecer la consecución de los objetivos, además de ayudar a revertir las malas decisiones.
Por otro lado, es un error exigir demasiado a las áreas de trabajo, sin proporcionarles la formación adecuada ni el apoyo necesario. Es vital comprender que la fuerza de una iniciativa está en la preparación del fundamento para contrarrestar las dificultades. No hacerlo es empezar mal, porque las debilidades que son visibles desde fuera, socavan toda la posibilidad de éxito.
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La planificación no sólo debe ser estructural, sino de recursos humanos, que es donde a veces se escapan los esfuerzos y los dividendos. Muchas empresas prefieren rotar a sus recursos humanos, porque tienen la sensación de que ese dinamismo les ofrece frescura y les abre la posibilidad de encontrar a un trabajador excepcional que les solucioné los problema. Es posible que eso ocurra, pero el despilfarro de tiempo con los cambios continuos es muy grande, y la inestabilidad acaba creando un campo de éxito muy efímero, sin ninguna base de equilibrio ni perdurabilidad en el tiempo.
Cuánta más formación más probabilidad de éxito. Para el trabajador y para la empresa. Naturalmente, esta formación debe estar acompañada del compromiso y la estabilidad, tanto emocional como material. Pero lo que sí queda claro es que sin tener toda la información para afrontar un compromiso, la posibilidad de triunfar disminuye drásticamente.
Las dudas son contraproducentes, y derivan del desconocimiento, un veneno que siempre acaba por contaminar a todo el equipo, por crear falsas expectativas que en nada contribuyen a la estabilidad corporativa. Y, está por demás mencionar, que las dudas provienen directamente de la falta de planificación, porque ésta es una marea que se lleva todo por delante a través del caos. Cuanta más grande es la desorganización más difícil resulta tomar las decisiones adecuadas.
Por otro lado, la confianza es el fruto del conocimiento, y la base fundamental para el éxito.
imagen: @morguefile
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