Aunque haya días en que me falten las fuerzas.
Aunque las prisas mañaneras nos dejen muchas veces un sabor de boca agridulce al salir de casa.
Aunque la hora del baño algunas tardes sea una fiesta de lloros y quejas a coro.
Aunque haya días en que repetir las cosas veinte veces no sea suficiente y acabemos enfadados.
Aunque haya momentos en los que partirme en dos sería la solución perfecta y aún así no sería capaz de llegar a todo.
Aunque en ocasiones me dé por pensar en que me estoy volviendo loca de atar y que soy más orco que persona.
A pesar de las noches, las muchas noches, de sueño, de desvele, de asma, de fiebres, de vómitos y de pesadillas. A pesar de que la preocupación por vuestro bienestar a veces nos quita las pocas horas de descanso que nos quedan... Veros así, sentiros así, saberos así de cómplices, de equipo, de amigos, de compañeros, de hermanos... me hace creer firmemente en que sois nuestra mejor obra y que saber que os tenéis para toda la vida es el mejor regalo que ésta nos podía dar.
Creo que para mí, como madre, no hay mayor satisfacción que sentir que la complicidad con la que os conocisteis no se mantiene intacta, sino que va creciendo conforme vosotros lo hacéis. Y que la admiración y el amor que sentís el uno por el otro es directamente proporcional a la que sentimos nosotros por vosotros.
Quien tiene un hermano tiene un tesoro. Quien tiene unos hijos que se adoran, se respetan y se cuidan como vosotros lo hacéis: lo tiene absolutamente todo.