Con motivo del primer aniversario de su presidencia, Luis Cañada, homenajea con este poema a las personas que trabajamos en la Fundación.
¿Quiénes son
ellas que tanto se ilusionan y que a
cuantos las ven concebir y hacer también ilusionan?
No es una,
ni dos, ni tres, son todas y han
diseñado una forma de trabajar
diferente: hacen
jugando y juegan
haciendo, gozan
ganando el pan con
el sudor de
sus frentes, por eso la
maldición bíblica no les afecta.
Sus labios apuntan hacia arriba, hacia
la
constelación del sur, encadenados
uno a otro
se autoordenan en un círculo
virtuoso que
comprende todo siendo
opaco al
desaliento.
Conocen la
mente y emociones humanas, son
artesanas en
crear valor en terrenos yermos,
ven la
persona poliédrica desde el saber del
antropólogo
o del sociólogo o del político o
del filósofo,
economista, humanista,
tecnócrata y siempre descubren ese “algo” sobre
el que
construir la solución para cada caso.
Todo lo hacen desde la libertad, don extraño
que no a
todos gusta que otros tengan y ejerciten,
la defienden con un arma sencilla pero no
simple: “la
palabra”
sea la que
ellas ofrecen sea la que activamente
escuchan, no
se atrincheran en la piedra o en el
acero, se apoyan
en el libro, en sus manos
los misiles
no hunden barcos ni destruyen pueblos,
construyen
relatos sin principio ni final que
se lean por
donde se lean siempre tienen sentido.
Después de
treinta y cinco años poseen el arte de
la sabiduría
para encontrar el camino de
cada día y el
de discernir si divides para
vencer o
compartes para aprender y convencer.
Revista Coaching
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