En mi ciudad natal, Cádiz, hace más de un siglo apareció un sarcófago fenicio único en su género. Se correspondía con una figura de varón y durante muchos años yació en solitario en el museo de la ciudad. Años más tarde, un arqueólogo llamado Pelayo Quintero llegó a la ciudad y dedicó gran parte de su vida a buscar la pareja femenina. Tenía la corazonada de que esta pieza arqueológica debía tener su homólogo femenino. Así transcurrieron más de 30 años haciendo excavaciones por toda la ciudad buscando a la dama fenicia.
En 1939, ya en el ocaso de su vida y tras numerosas campañas de excavación en Cádiz, Pelayo Quintero acabó trasladándose a Tánger para continuar con su labor de arqueólogo y terminar sus días en este mundo.
Ironías del destino
Nuestro destino puede ser caprichoso y éste es un claro ejemplo. Pelayo Quintero mandó construir su vivienda a un escaso kilometro del lugar donde apareció el sarcófago masculino. Era un bonito chalet que tenía en su interior un patio jalonado de flores donde planificaba sus excavaciones.
Décadas más tarde, en 1980, el solar en el que se encontraba el chalet fue destinado finalmente a la construcción de un bloque de viviendas. El operario que manejaba la pala excavadora, en uno de los zarpazos de la máquina al remover la tierra, notó algo extraño. Había tocado una enorme pieza de mármol y avisó al jefe de la obra. La pareja femenina del sarcófago fenicio había aparecido.
Pelayo tenía razón. La dama de Cádiz que había buscado durante tantos años existía pero una burla del destino hizo que ésta yaciese tranquilamente bajo sus pies, en el patio de su vivienda.
En la actualidad, estas piezas arqueológicas se exhiben en el museo arqueológico de Cádiz y son conocidas como los sarcófagos antropoides o antropomorfos (algunos vecinos de la ciudad, en una confusión terminológica, se refieren a estas piezas como "los sarcófagos antropófagos").
Cuando leí esta historia me dejó cautivado porque de ella pueden extraerse muchas reflexiones. En este caso, permíteme que la use como muleta para hablarte de otros temas que no son la arqueología fenicia 😉
Proyectos de vida
El psicólogo austríaco Viktor Frankl, en su libro " El hombre en busca de sentido ", lo resumió así:
No aspiren al éxito: cuanto más aspiren a él y más lo conviertan en su objetivo, con mayor probabilidad lo perderán. Puesto que el éxito, como la felicidad, no puede conseguirse, debe seguirse... como si fuese el efecto secundario no intencionado de la dedicación personal a algo mayor que uno mismo.
En la vida, a veces deseamos cosas que se convierten en nuestra obsesión. Puedes desear montar tu propia empresa, promocionar dentro de tu organización o incluso comprarte una casa mejor, un coche mejor, hacer el viaje exótico de moda, etc. Piensas que si esos deseos se hacen realidad serás más feliz. Y tal vez sea así por unos instantes pero ¿cuánto tiempo crees que pasará hasta que en tu interior resuene el eco de un nuevo deseo o necesidad insatisfecha? Nos equivocamos cuando pensamos que lo que nos hace felices por un día nos hará felices por toda la vida. Este fenómeno llamado adaptación hedónica significa que los humanos somos increíblemente buenos y rápidos en acomodarnos y adaptarnos a los cambios positivos en la vida (coche nuevo, casa nueva, etc.).
Obviamente es bueno tener proyectos en la vida que nos hagan aprender y evolucionar como personas y como profesionales. Las metas que nos fijamos pueden servir como estímulo y como palancas de cambio pero ¿qué sucede si no logramos alcanzarlas? ¿aceptamos los reveses de la vida como parte del hecho vital? ¿toleras bien la frustración de no alcanzar todas las metas que te propones?
Pelayo Quintero se afanó durante años en hallar a la dama fenicia. No la encontró porque debemos recordar que este mundo no fue diseñado para satisfacer nuestros deseos. De hecho, la frustración está profundamente entretejida en la tela de la vida. Aún así, en sus múltiples excavaciones encontró otras piezas de arte púnico y romano que a buen seguro le proporcionaron momentos de gran satisfacción. Por tanto, una de las lecciones que saco de esta historia es que hay que saber apreciar esas otras cosas que nos vamos encontrando por el camino (un nuevo aprendizaje, una nueva amistad, una oportunidad inesperada, etc.).
La felicidad como meta
No hay nada malo en querer mejorar, en eso creo que coincidiremos todos pero ¿qué sucede con querer ser feliz a toda costa? ¿Puede ser la felicidad en si misma una meta? Me temo que no. Su búsqueda sin fin es en si misma una tiranía que nos aboca precisamente a un estado de infelicidad. Quizá eso explique el hecho de que ante la epidemia de narcisismo que vivimos en la actualidad, podemos llegar a sentirnos más desdichados que nunca.
Otra de las lecciones que nos muestra esta historia es que la felicidad, aunque pasajera, puede estar muy cerca de nosotros mismos. Desafortunadamente, a menudo buscamos en sitios alejados e incluso confundimos nuestros propios sueños con los de otras personas. Nada extraño si tenemos en cuenta que el carácter social de nuestra especie nos hace vulnerables a la persuasión que otros pueden ejercer sobre nosotros.
El poeta Felipe Benítez Reyes escribió:
Jamás se nos ocurre mirar la tierra que pisamos cada día de nuestra existencia, aunque la mayoría de las veces esa tierra pisoteada es el único tesoro accesible: un lugar insignificante en el universo.
Psicólogo / Humanista digital / Emprendiendo en @gottraining. Me dedico al asesoramiento en procesos de transformación en organizaciones y formación para el desarrollo de competencias (soft skills). Defiendo la gestión del conocimiento como estrategia para generar resultados tangibles.