¿Nos está mintiendo la empresa cuando repite: ‘Las personas son nuestra principal riqueza’? Es una frase inquietante, que Stalin usó también en su momento. ¿Significa esto que, cuanto más idealizamos a la persona, más la menospreciamos en la práctica? Porque la empresa escoge y descarta, en función de sus necesidades. Y el paro afecta al conjunto de las clases sociales.
Para no caer en el paro, tienes que cuidar tu ‘empleabilidad‘.
En realidad, no significa más que la aptitud de convencer a los demás de que uno puede y debe ser contratado. Y si hay necesidad de convencerlos es porque, ahora que todo el mundo se ha vuelto intercambiable, el ejecutivo medio se esfuerza en desmarcarse de los demás. ¿Cómo? Con su personalidad.
La regla de oro de los procesos de selección del personal directivo se resume en una sola frase: hoy en día, a la gente se la contrata por lo que es y no por lo que sabe hacer. Las ‘apacidades de relación’ y las ‘aptitudes comunicativas’ son decisivas y la experiencia y los títulos son accesorios.
Dentro de nada, lo único que necesitaremos saber es cómo seducir al seleccionador.
Por todo ello, no tienes más remedio que convertirte en tu propio agente comercial. Tienes que saber venderte, como si tu personalidad fuera un producto al que se pudiera asignar un valor de mercado. Para Tom Peters, grandilocuente gurú de la nueva economía, triunfar consiste en hacer de uno mismo una sociedad comercial: la marca Tú. El objetivo es comunicar que sabes comunicar, y ya habrá tiempo más tarde de comprobar si realmente sabes hacer algo.
La imagen es más importante que la mercancía, y la seducción, más que la producción.
¿Quieres trabajar? Pues aprende a saber venderte y a hacerte valer.