La escritura de su Diario, una actividad extremadamente peligrosa en sus circunstancias, le permitía un desahogo emocional e ir plasmando un testimonio desde dentro del horror que quizá sirviera de lección a generaciones futuras, en el improbable caso de que sus papeles sobrevivieran a todo aquello. Una de sus principales obsesiones era recoger el nuevo lenguaje que hacía posible toda esa barbarie, que él llamó LTI (después de la guerra publicó un estudio sobre ello), un lenguaje brutal, repleto de eufemismos, que justificaba todo aquello como la única posibilidad de supervivencia del pueblo alemán. Eran discursos del odio que subyugaban a la vez que fanatizaban a las masas:
"Los nuevos líderes pronuncian discursos solitarios, nadie puede contradecirles, hablan ante un pseudoparlamento mudo de la misma manera que en la radio, no tienen que temer la crítica de la prensa, no hay nada que los frene. Sin inhibición ninguna tratan de aturdir a una masa muda, tratan de convertir a la pluralidad de individuos dotados de alma en el colectivo mecanizado que ellos llaman pueblo, y que es masa. De esa desinhibición resulta la crudeza y lo desmesurado de su retórica y la posición dominante de la retórica en LTI."
Además de su valor histórico, los Diarios de Klemperer son pura literatura y están repletos de sentimientos humanos. Narran un día a día cada vez más desesperado, pero también contienen episodios divertidos, como sus dificultades como conductor, antes de que los nazis quitaran la licencia a los judíos. Mención especial merece la esposa del protagonista, Eva, una mujer que se mantuvo firme junto a su marido, dispuesta a sufrir su mismo destino y asumiendo resignada el progresivo deterioro de sus condiciones de vida. Finalmente, fue el terrorífico bombardeo de Dresde, en febrero de 1945, lo que contribuyó paradójicamente a su salvación definitiva. Las páginas dedicadas al bombardeo son en sí mismas un valioso testimonio de lo que suponía sobrevivir a una de esas tormentas de fuego. El caos surgido del bombardeo les permitió adoptar una nueva identidad e iniciar un peregrinaje por una Alemania que estaba siendo conquistada por los Aliados que los llevaría hasta Munich y de ahí de vuelta a Dresde.
La lectura de los Diarios de Klemperer resulta apasionante, por la autenticidad del testimonio, porque el lector es capaz de sentir el desasosiego de alguien que se sabe sentenciado, pero desconoce la fecha de su ejecución. En cualquier caso, también constituye un testimonio de esperanza, del intelectual que quiere ser un cronista del destino de las víctimas:
"Ayer, y hoy todo el día, he estado muy hundido; peligro de muerte cada vez más angustioso, estrangulamiento cada vez mayor, atroz inseguridad: todo me pesaba como una losa. Ahora, avanzada la tarde, estoy más tranquilo. Hay que continuar, también en estas circunstancias. Ya encontraré alguna lectura enriquecedora, y continuaré con esta osadía del diario. Quiero dar testimonio hasta el final."