Revista Religión
Quiero decirte, madre querida.
Toda mi vida con ilusión.
Quiero cantarte los mis amores
que son las flores del corazón.
Cuando yo pienso, pienso en ti sola
en la aureola de tu virtud
cuando yo canto, canto alegrías
las melodías de tu laúd.
Cuando yo lloro, lloro ternuras
dulces y puras del padecer.
Cuando yo rio, rio de amores
y en tus loores pongo mi ser.
Cuando yo miro, miro ese cielo
que muestra al suelo tu ojo al brillar.
Cuando yo vivo, vivo en la gloria
que tu memoria me hace ansiar.
P. Arévalo.