¿Quién no tiene miedo a exponerse? Abrir el corazón es un acto heroico. Hoy se ha vuelto heroico porque no es lo habitual. Tenemos miedo al rechazo, al qué dirán, a no ser acogidos, a que piensen algo malo de nosotros o que se lleven una idea equivocada. O no, quizá abrir el corazón y expresar lo que uno lleva dentro no tenga esas consecuencias tan dramáticas. ¡Depende de tantas cosas! Pero primero quiero fijarme en lo de acto heroico. Ser sinceros, ser auténticos y saber expresar justo lo que se está viviendo o lo que se siente es un arte, es una virtud, es un acto que no está a la altura de muchos de nosotros. Se requiere paciencia, entrenamiento y tiempo. Paciencia porque no nos sale a la primera y bien como uno querría o pensaba. Entrenamiento porque con cada persona es un mundo. Tiempo porque al ser virtud se gana con la repetición de actos realizados a lo largo del tiempo. Pero, hay algo todavía más importante que exponerse o expresar lo que se lleva dentro.
¿Quién sabe o conoce lo que lleva dentro? Para poder comunicar necesitamos un mensaje y un canal, y sobretodo a un emisor. Nosotros ya estamos en la ecuación. El canal también, pero ¿y el mensaje? Hay veces que tenemos una idea de lo que llevamos dentro, percibimos emociones y algunas personas pueden darnos pistas. Otras veces no llegamos a conectar con la emoción que sentimos, todo se vuelve borroso y la emoción se agiganta, se desborda sin poder tener control sobre ella. Realmente, llegar a conocer lo que hay en nuestro interior es todo un misterio e incluso una aventura. Para otros es una tortura, no quieren entrar en su foro interno y conectar con su yo auténtico. Ése que tiene miedo a mostrarse y está lleno de capas que le imposibilitan brillar. Así estamos o hemos estado muchos, ahogados en nuestros miedos sin dejar respirar a nuestro yo.
¿Tanto cuesta darle voz? Mejor dicho, ¿tanto cuesta darnos voz? Viendo cómo nos relacionamos los adultos con los niños veo que les ponemos las palabras en su boca, no sabemos esperar a que nos expliquen lo que ellos piensan. Nos adelantamos con preguntas que contienen la respuesta y así impedimos que ellos saquen las palabras con las que se identifican, con las que sacan su yo auténtico. Cómo nos relacionamos los adultos entre nosotros no dista mucho de esto. La impaciencia hace que salgamos del incómodo momento con nuestro amigo a través de la acción sin dejarle tiempo para expresar cuando esté preparado. A veces nos olvidamos de los tiempos. A veces olvidamos que esa persona podríamos ser nosotros. A veces damos por sentado muchas cosas. A veces nos mueve el egoísmo y no queremos pararnos a escuchar lo que la otra persona lleva dentro. Quizá por puro egoísmo o quizá por evitar escuchar cosas que puedan interpelarnos. Quizá por rechazo a todo lo que tiene que ver con expresarse. Hay tantas heridas de por medio y tanto personal en juego. ¡Y tanta oportunidad! Tanto al escuchar como al expresar siempre se gana, siempre hay algo por lo que dar gracias. Los muros que ponemos por creer que no estamos preparados para ello hacen que nos perdamos grandes e importantes momentos.
¿Cuándo se está preparado para expresar? Cuando la persona que tienes a tu lado es de confianza. No sólo depende de uno. Ya hemos aprendido, después de meter mucho la pata, que no vale cualquier persona ni sincerarse a la primera de cambio por tener esa imperiosa necesidad. Y tampoco las redes sociales ayudan a ello. Lo importante es saber qué se quiere expresar y luego encontrar con quién hacerlo. Es un regalo poder sentarse y sacar lo que se lleva dentro sabiendo que se te escucha, acoge y quiere en tu yo más auténtico. Llevo un tiempo experimentando esta vivencia. Gracias a tener grandes personas a mi lado que me han demostrado su madurez, su amistad, su preocupación y discreción. Son personas como yo, a las que no les va todo bien, algunas cosas les va bien, luchan, caen, vencen y sufren. Lo común es la experiencia humana, la herida común, el punto de partida: nuestro corazón. Late y anhela. Hay que ver lo poco que nos parecemos física o profesionalmente, y cuánto a nivel personal. Sólo hace falta sentarse y hablar. Dar rienda suelta a la palabra. Ésa que conecta con nuestro interior que quiere salir y ser visto.
Quiero decirte que no pierdas la esperanza. Hay gente a tu alrededor dispuesta a escucharte o leerte. Quiero decirte que te atrevas a confiar. Quiero decirte que expreses lo que llevas dentro porque eres una persona importante, valiosa y con voz propia.