Soy uno de los más de dos millones de españoles menores de sesenta años a las que se le ha suministrado la primera dosis de AstraZeneca. En mi caso la vacuna no se me administró por ser un trabajador esencial, sino por ser un enfermo de alto riesgo. Y ahora, dos semanas después de recibirla, me encuentro atónico escuchando los sinsentidos que dicen nuestros políticos sobre si dejarnos con una sola dosis o darnos una vacuna diferente a la de AstraZeneca para completar la pauta de dos, que conlleva este tipo de vacunación. Me encuentro ahora mismo ansioso, pues veo que mi vida está en manos de políticos veletas que no saben ni por donde les pega el aire. Que obvian las recomendaciones de organismos como la OMS o la EMA, favorables a que se prosiga con la vacunación “en todas las edades” (sic). El factor riesgo lo sopesaron bien. Solo hay que ver cómo están las UCIs para darse cuenta de que es infinitamente mejor jugar a la ruleta rusa de las vacunas que a la del coronavirus. De la ruleta rusa de combinar AstraZeneca con Pfizer o AstraZeneca con Moderna, como pretende que juguemos el Gobierno, no me fío. No hay ensayos clínicos concluyentes al respecto. Y no los habrá hasta dentro de seis o nueve meses como mínimo. Y si nos dejan con una sola dosis a los que recibimos la vacuna de AstraZeneca, los anticuerpos creados nos podrían bajar en caída libre del 70% al 30% a partir de los tres meses. Si nos infectáramos por coronavirus en ese umbral de tiempo, esto podría llevar a que el virus se haga resistente a la vacuna y esta quede inservible para siempre. Este hecho lo observamos continuamente con los antibióticos, cuando por desidia dejamos de tomarlos sin completar la pauta prescrita. O, por aún, podríamos crear una variante nueva de coronavirus, ¿y luego qué?... Nuestros políticos rezuman miedo. Miedo a las querellas que les puedan venir si algo sale mal con su aprobación. Pues por mí que no se preocupen, que les firmo ipso facto el consentimiento informado mientras me la ponen. He firmado tantos, que hasta me duele la mano de hacerlo. Los he tenido que firmar para autorizar que me hagan resonancias, TACs, biopsias, operaciones y hasta para una gastroscopia. Hay famosos que no firman ni la mitad de lo que lo hago yo.