Revista Opinión

Quiero odiarte, pero no tengo otra que amarte 3.

Publicado el 03 julio 2011 por Ruben85 @Rumenez

Me di cuenta que llevábamos casi una hora de vuelo, mi mujer seguía dormitando y yo apenás había avanzado un par de páginas del libro, y es que encima de pasar, anunciaban los precios de productos por el altavoz, y de cuando en cuando se oía el pitido ensordecedor de acercarse demasiado al aparato. Por fin vino tranquilidad, retomé mi difícil aventura de leer en el avión cuando poco después, se oye una musiquita de concurso de televisión y a un azafato anunciando el fin de los problemas de los pasajeros, el fin por los fantásticos rasca y gana de Ryanair, los cuales podían dar unos premios de hasta cinco mil lereles o un coche. Además se nos informó en nuestro Inquiespañol y en Inglereje, que comprando los rascas colaborábamos con una ong llamada Meloqueoto que ayudaba a los desfavorecidos de los países de Jambrekistan y Sinaguazambique, además en este último había una estimación de vida de 0,2 años. Observé que varias personas compraban algunos rascas y que no dieron muchos saltos de alegría. Volvió a la normalidad y yo a releer la tercera página de nuevo, ya que no me enteré de nada, poco tiempo leí más, ya que noté que el piloto recuperaba los mandos del avión cuando empezaron de nuevo los movimientos bruscos. Comenzó el descenso y el aterrizaje y al parar completamente sonó una musiquita de triunfo y un aplauso. Vi la cara de alivio en mi mujer, en los pasajeros y hasta en las azafatas. Desde el altavoz, por último se nos comunicó que si teníamos problemas de hipotecas, o queríamos un crédito no dejásemos de visitar la pagina web de Ryanair, que allí encontraríamos la solución a todo. Por momentos llegué a pensar que Ryanair era Dios. Al bajar estaban los familiares del piloto con banderas y camisetas en las que había serigrafiados “Manolito, enhorabuena por tu primer vuelo” Mientras caminaba hacia el aeropuerto de Alicante pensaba en lo cómodo que resultaría el mismo viaje con Iberia, de inmediato metí la mano en mi bolsillo, y por no haber no había ni cartera, tan solo un agujero por el que me cabía un dedo. Eché un último vistazo atrás y vi el avión a lo lejos con el logo de la empresa, también observé como los familiares del piloto lo manteaban felices porque sobrevivió a su primer viaje. Volví la cabeza y susurré “Ryanair, quiero odiarte, pero no tengo otra que amarte” Respiré profundamente deseando llegar al hostal y empezar a disfrutar mis merecidas vacaciones.Rubén Jiménez Triguero

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