Se autodefine como “paulatinamente popular” y previsor al momento de producir canciones. Habla de la infancia, su método de composición, el éxito y de los nuevos discos en los que trabaja
Por Marina Pagnutti
Nació en Alaska, vivió en Nueva York y alcanzó el éxito en Argentina casi llegando a las cuatro décadas de edad. Se considera un antropólogo de la palabra, le gusta lo lúdico, y ser crítico con el marketing y las modas. En diálogo con Miradas al Sur, Kevin Johansen cuenta cómo intercala las giras por la costa del país y el extranjero y la producción en estudio de su nuevo material discográfico. Habla de la relación con sus padres y la influencia que ejercieron en él y en el trabajo. De su compromiso social, del humor y la ironía.
–No para. Cerró 2010 con dos ND/Ateneo y sigue de gira en 2011.
–Es verdad, casi no paré. Después de los shows del 29 y 30 de diciembre, pasaron las fiestas, brindis y arrancamos la gira en Chile, donde nos fue súper bien. Estuvimos en un lugar hermoso, que todos los años realiza el Festival de Olmué, uno de los eventos más importantes, como el de Viña del Mar, pero más folclórico, es decir menos pop. Después seguimos con fechas en Mar del Plata, Necochea, Villa Gesell y Rosario, más las que se irán sumando.
–¿Qué se viene de Johansen para lo que queda del verano y resto del año?
–Después de un año muy movido como 2010, de mucho toque, de la salida del DVD Vivo en Buenos Aires, de muchos viajes por el país, por Latinoamérica, incluso de llegar con Liniers a España e Inglaterra, y de dejar huellas importantes, se viene nueva música. De la costa entraremos al santuario del estudio que ya venimos armando con Oscar Oski Amante –que trabaja en los estudios de León Gieco– para continuar con un disco acústico que tenemos avanzado en un 70%. Y se viene otro, que en paralelo estoy preparando con Tweety González, el productor de Gustavo Cerati, que es más bailable, más eléctrico. Nos quedan muchos meses de estudio y ahora en febrero apretaremos el acelerador para arrancar el año y poner a punto el nuevo material. Pero las grabaciones las voy a intercalar con presentaciones en varios lugares, ya que en abril y mayo estaremos en México y España. Todo lo que viene me gusta. El disco bailable, el acústico, y todos los recitales que tienen ese toque tántrico que van de menor a mayor y explotan al final, está buenísimo.
–Estuvo presente en Plaza de Mayo tocando con tu grupo + The Nada y Liniers por los derechos humanos. ¿Cómo es su compromiso con las causas sociales?
–Todo comenzó cuando falleció Néstor Kirchner. Yo estaba en España y me impresionó mucho, digamos que fue una noticia mundial. Eso como primera medida, luego vino la movilización y luego me contacté con gente que estaba en Buenos Aires, y de toda esa comunicación surgió el cierre en fin de año con el acto homenaje por el día de los derechos humanos.
–¿Es la primera vez que se involucra con un evento de esas características?
–De ese tipo sí. Pero bueno, en realidad ya venimos participando en algunos eventos sociales como cuando tocamos en el Congreso al votarse la Ley del Matrimonio Igualitario. Eso fue muy bueno para mí. Tal vez nosotros somos parte de una generación más apática respecto a la política, porque somos una generación heredera de los desaparecidos y de los cantautores que por cantar lo que pensaban o sentían iban presos, o los mataban, o se tenían que exiliar. Todo este compromiso lo tengo muy presente porque tuve una madre muy bolivariana que me crió así, que si bien tuvo la contradicción de irse a estudiar a los Estados Unidos y casarse con un gringo, fue antiimperialista. Desafió sus propias estructuras. Y bueno, heredando todo eso uno se pone a pensar sobre qué canto si canto socialmente. Porque no es lo mismo tener 40 años que 60 y pico. Ellos le cantaban a la libertad.
–¿Y sus letras a quién le cantan? ¿Cuál es su reclamo en las canciones?
–Obviamente sigue existiendo el mismo espíritu. Pero si hoy cantara sobre la libertad sería demagógico, quedaría ridículo. Entonces se cantan otras cosas. En mi caso pienso que hablamos sobre las libertades individuales, sobre la apertura mental que tenemos que tener para aceptar la libertad del otro.
–El humor y la ironía, ¿son parte de un reclamo social, de su mirada crítica de la sociedad?
–Totalmente. Esa es la parte rebelde también. Tiene que ver mucho con la ironía, que es una tristeza disfrazada, como una burka bajo la cual uno puede lucir las realidades más terribles, y eso engaña y obliga a una segunda lectura. En realidad, el humor obliga a profundizar.
–El costado lúdico en la música, ¿nace de Alaska, de Nueva York o de la Argentina?
–Todo suma. Mi vieja era una mina políglota, entonces nos divertíamos con la palabra en casa. Se jugaba con la etimología y las sonoridades, porque escribir canciones también tiene que ver con eso, en ser un poco antropólogo de la palabra. Por eso mi idea siempre es combinar las dos cosas: sonoridad y sentido. Ese juego siempre estuvo muy presente en casa, y un poco el chiste era hacerla reír a la vieja con palabras que se me ocurrían e inventaba, muchas veces fusionando idiomas.
–¿Y su padre?
–Con el viejo tuve una experiencia muy esporádica porque lo vi hasta que se separaron a mis seis años, y después lo veía en las vacaciones, y cuando me vine a los 11 años para la Argentina, y nos dejamos de ver una década. Digamos que nos vimos muy poco. Pero por suerte tengo una buena relación. Siempre digo que es una mezcla de Homero Simpson con Buda, algo así como un gringo sin ambiciones, algo rarísimo. Él me decía que tenía dos características que encontraba en sí mismo, una era que nunca tuvo una ambición en la vida y la otra era que no tenía ningún tipo de respeto por la autoridad, así que creo que alguno de esos genes heredé.
–¿Cómo se transformó en el presente la famosa fiebre de cabaña que solía tener de chico?
–Hay algo en mí que nunca va a estar del todo tranquilo, por eso busco bajar a la tierra. Mi vieja me contaba que en Alaska me agarraba la famosa fiebre de cabaña, y me escapaba en bolas por la nieve por la sensación de encierro. Creo que hay algo de todo eso que me hizo un poco raro. Y si bien lo debo tener arraigado, me descargo pedaleando con la bici, escribiendo y con la guitarra. Son mis tres vías de escape.
–¿Cree que el éxito profesional llegó tarde o en el momento que tenía que llegar?
–Me hubiera encantado que llegara a los 20 o 16, pero la verdad es que fue muy bueno en el momento que llegó, porque ahora me puedo reír después de haber sufrido, de haberla parido. Tuve muchos tropezones en la música. Los típicos cuando uno es pendejo de toparte con productores truchos. Tenía todas las ganas pero no sabía producir. Pero también había señales buenas como llegar al disco de oro con mi primera banda, Instrucción Cívica, en Perú. Y lo más importante fue encontrarse en el camino con gente grossa que alentaba lo que hacía. Y todo cerró cuando grabé por primera vez en Nueva York. Ahí me di cuenta que todo esto era lo mío.
–Y ahora, que se encuentra mejor posicionado, ¿es fácil vivir de la música?
–Claro que no. Te agarran los bajones como todo el mundo. Pero ahora creo que es diferente, porque si el éxito hubiese llegado antes, a los 19, me hubiese bajoneado más. Cuando uno es joven, vive en una nube de pedos, entonces un éxito a esa edad es duro. Pero como tuve que remarla, ahora lo aprecio más.
–Si un productor le pide que haga varias canciones en pocos días, ¿las hacé, cómo se dispara el proceso creativo?
–Tengo una ventaja muy grande, que además de componer siempre, estoy todo el tiempo elucubrando ideas. La máquina no descansa, siempre estoy armando melodías en mi cabeza. Los diez años que estuve en Nueva York, junté mucho material de archivo. Soy previsor como una ardilla, guardo para otros tiempos. De hecho, muchas canciones son de esa época, como Sur o no Sur o Down whit my baby, que prendió en Resistiré. Fue muy gracioso porque ese tema lo había escrito en el ’96 para un demo en Nueva York, y cuando sonó acá la produje mejor.
–¿Cómo nacen canciones del estilo Mc Guevara o Che Donals?
-Creo que esa es precursora del disco Logo, pero podría haber aparecido en otro. Nace del consumo y la rebeldía. En Logo hay otras que tienen que ver con la demagogia y el marketing. “Sos tan fashion” lo relaciono con “sos tan facho” y la uniformidad de la moda, en cómo repetimos modelos.
Uno es observador en ese sentido. Volviendo a la ironía, siempre que me aproximo a ella cuido que el trasfondo sea muy serio. Ya sea como en La cumbiera intelectual o Daisy, que hablan de cómo se fue aceptando el tema de la cumbia en el país en los estratos más pudientes, o el travestismo.
–Por último, ¿tiene algún prejuicio cuando lo encasillan como un artista popular?
–Para nada, no tengo ningún prejuicio. Yo tengo el sueño de cualquier cancionista que quiere que su melodía la silbe desde el kioskero de la esquina hasta la señora que barre la vereda. El otro día, un ferretero del barrio de 68 años me dijo que le encantaba mi música, eso me gusta mucho. Si tengo que definirme puedo decir que soy paulatinamente popular, porque no cuento con una maquinaria detrás que esté empujando. Pero creo que las canciones hicieron su trabajo, y lo más bonito que te puede pasar es que perduren, y que se escuchen en Groenlandia o en cualquier lugar del planeta.
Ver nota: Miradas al Sur
Autor: MP
Fuente: Diario Miradas al Sur – Año 3. Edición número 143. Domingo 13 de febrero de 2011