Hoy 25 de enero, encerrada en una casa extraña, afuera hace frío, hay aves de corral correteando y asustadas me ven y hacen sus gritos distintivos de estar asustadas. Un gallo me ve con curiosidad y cuando me muevo grita y huye. Estamos en un pueblo lejano.
Pienso que este día extraño a alguien, que vive en la ciudad. Y pienso en lo feliz que me hace verlo y estar con el. El, no sabe lo que siento. No se lo he dicho. Pero supongo que lo sabe por mis actitudes. Sabe que es uno de mis mejores amigos.
Pienso que deseo ser feliz, no parecer feliz. Y me doy cuenta que a veces no sé que quiero. Quiero estar con el y conversar, pero cuando siento que es mucho, me siento aprisionada y absorbida por su cariño. Me resisto.
Quiero ser feliz por dentro, donde sea que me encuentre. No sé si tenga algo que ver, pero muchas veces fingí no sentirme feliz de verlo. Fingí estar molesta con el. ¿Con que propósito me pregunté? Pensé que se alejaría de mí, para resolver por dentro mis angustias y los nudos y enredos en mi cabeza. Y ahora no sé que pensar. Por que realmente me creí que pasar momentos juntos no me hacía feliz. Y ahora puede que yo vaya a dañar esta linda relación que no se encuentra todos los días. Escuché una canción que dice que al amor hay que mimarlo, si no quieres que un día se seque, tienes que regarlo.
Y pensé… bueno por que reprimo mi felicidad, ¿por qué si realmente me hace feliz hablarle y estar juntos? entonces ¿Por qué me hago creer que no me hace feliz? Y descubrí que es miedo. Descubrí que es por temor al que dirán. Por temor al que un día se vaya y yo haya invertido mucho sentimiento y me lastime.
Pero hoy aunque lejos, me doy cuenta que lo extraño…