Revista Opinión

Quim Torra, el tonto energético.

Publicado el 18 junio 2019 por Mike Sala @mikesala65

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Cuanto más asno es el votante medio de un político, menos cuidado necesita tener dicho político a la hora de hacer declaraciones. Es una relación inversamente proporcional, porque al votante lanar no hace falta convencerle con argumentos inteligentes y desarrollados. Al votante lanar se le gana con consignas. En España el concepto quedó muy claro en 1982 cuando el pueblo acudió en masa a las urnas obedeciendo a un “OTAN, de entrada NO”,  que no mucho tiempo después se convirtió en un “OTAN, de cabeza allà vamos”
Pero, si bien Felipe González tenía una cierta entidad como político, sin perjuicio de las canalladas que cometió y cuyas consecuencias aún estamos pagando, hay otros personajes, cuarenta años después, que no pasarían la nota de corte para acceder a las pruebas selectivas para ocupar el puesto de tonto del pueblo.
Quim Torra entra en tal perfil. El actual presidente independentista de la Generalidad de Cataluña tiene poco de intelectual aunque pretenda parecerlo, y aún menos de estadista aunque trate de hacerse pasar por tal. En realidad no es más que un sectario guiñol que habla y actúa al dictado de quienes gobiernan realmente en la región desde sus cómodos sillones de ciertos consejos de administración, desde alguna abadía y no pocos monasterios y parroquias, y desde el sofá de la residencia del matrimonio Pujol.
Torra no pasa de ser un personaje menor que ocupa el cargo de responsabilidad actual siendo el sustituto de un sustituto de otro sustituto. Esto puede parecer una opinión sin fondo alguno, pero si prestamos atención a todo lo sucedido en Cataluña, observaremos que el nivel, preparación y peso político de los que ahora ocupan puestos de responsabilidadha ido decreciendo en la misma proporción que ha aumentado la mediocridad de los mismos. Ninguno se salva.
Quim Torra, como presidente de la Generalidad, se ha dirigido recientemente a los empresarios catalanes para tratar de convencerles de las bondades económicas que traería la implantación de la república catalana. Empresarios que, mientras asisten a las reuniones con Torra, siguen moviendo las sedes de no pocas empresas con destino a otras comunidades.
En su última soflama a los empresarios, el presidente catalán ha solicitado de ellos que apoyen el proceso independentista para que dejen de pagar la energía eléctrica más cara de Europa. Lo que no ha acabado de explicar es cómo piensa lograr tal cosa en una supuesta República Catalana.
Quim Torra, el tonto energético.Cataluña dista muchísimo de ser autosuficiente energéticamente. Exactamente igual que el resto de España. En territorio catalán existen muy pocas centrales eléctricas de cualquier tipo, y la Central Nuclear de Vandellós está en el punto de mira del cierre desde hace muchos años. Un cierre que no obedece a criterios de obsolescencia, sino que forma parte de la estrategia antinuclear disfrazada de ecologismo que persigue convertir a España entera en esclava energética de otros países por meros intereses económicos; y la comunidad catalana no es una excepción en esa estrategia.
Dentro del independentismo hay quien defiende que la República Catalana sería un paraíso energético explotando los supuestos yacimientos de petróleo que existen en el subsuelo continental y marítimo. El problema es averiguar cuanto de verdad hay en esos yacimientos; porque dependiendo de la fuente de información, éstos son de una u otra calidad de crudo, de mayor o menor volumen y de cierto o incierto interés estratégico para algunas potencias extranjeras que, según las mismas fuentes, están apoyando la independencia de Cataluña con el único motivo de hacerse con los derechos de explotación de tales yacimientos. Si las teorías indepes fueran ciertas, y Cataluña llegara a ser un estado independiente que flota sobre un mar de petróleo, la solución al problema eléctrico pasaría por una idea, tan sencilla como ingenua, de intercambiar crudo por electricidad. Pero en esta utopía del racista Torra, a falta de confirmación, falla la certeza sobre el argumento principal. La existencia y la calidad del crudo del supuesto yacimiento catalán. Ni siquiera los izquierdistas-ecologistas catalanes han puesto un solo “pero” al planteamiento de Torra, lo cual resulta sospechoso. Es muy raro que ellos, precisamente, no estén por la labor de crear más centrales hidroeléctricas y parques eólicos que pudieran garantizar un mínimo de independencia energética a su república. Quizás, porque donde la razón llega, el ecologismo radical sale huyendo, y comprendan que Cataluña no es precisamente tierra de grandes ríos y presas, además del elevado coste que supone, tanto en construcción, mantenimiento y corrupciones comisionistas que supone la construcción de suficientes parques eólicos para atender la demanda de las grandes zonas industriales y poblacionales de la región.
En realidad Torra no deja de ser un político estúpido con balcones a la calle. Es la constatación misma de que la raza política se degrada y llega a un punto de inflexión en el que la consigna de barricada sustituye definitivamente a la neurona. La independencia energética de Cataluña es imposible sin la independencia energética de toda España y una política eficaz de unificación y administración efectiva de recursos. Pero además Torra, como perfecto guiñol de un teatrillo para niños, mientras repite su guión impuesto por quienes le gobiernan, no repara que ni Cataluña ni el resto de España serán energéticamente independientes mientras exista una verdadera casta gobernante en la sombra que desde sus cómodos sillones de ciertos consejos de administración e instituciones, deciden como y cuando recortar las libertades de los ciudadanos para que éstos sean cada vez menos independientes y más gregarios.
Pero Cataluña reincide. Sigue entregando su voluntad y votos a los mismos personajes que llevan décadas demostrando maldad e ineptitud a partes iguales, con lo que únicamente consigue una creciente e imparable radicalización social que no tendrá otro fin que el empobrecimiento definitivo de una región que ya no es ni reflejo de lo que llegó aser, y que corre el enorme riesgo de terminar como tantos otros experimentos independentistas extremistas que en la historia de Europa han acabado invariablemente en ruina y persecución. Y ya estamos viendo algo de eso hoy día.
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