Revista Cultura y Ocio
Quincas Borba; Machado De Assis; 1886-1891; Editora Globo, 2008; Brasil.
Intento entender todavía el por qué cada vez que menciono estar leyendo a Machado De Assis a algún compatriota suyo aquí, obtengo por respuesta un solemne iaaagghhh.... Una posible causa la obtuve del último compadre con el que conversé: “nos obligan a leerlo en la escuela.”
Las veces que recuerdo cuándo fue que comencé a leer, la respuesta es 1994, pero estaba engañado; esa fecha retomé algo que ya disfrutaba, ahí comenzó la adicción, sí, sin embargo, recordé hace poco, que ya leía con gusto a los 9 ó 10 años, en épocas de escuela, obras como “Paco Yunque” de César Vallejo; “El caballero Carmelo” de Abraham Valdelomar; “Mi planta naranja-lima” de José Mauro de Vasconcelos; “Juan Sebastián Gaviota” de Richard Bach; “Un mundo para Julius” de Alfredo Bryce Echenique, hasta que llegó un profesor de historia, creo, y nos obligó a leer “República” de Platón, y “Política” de Aristóteles, en poco más de un mes. Resultado: no volví a agarrar un libro hasta 1994, ya con 19 años. Quizá eso suceda con los adolescentes brasileños, que al ser obligados a leer a Machado en la escuela haga que no sea recordado con cariño, sin darle la importancia que este escritor y sus obras merecen.
El tercer libro de esta cajita, al igual que los dos anteriores no se me hizo en ningún momento pesado. Por el contrario, las tres obras más importantes de Machado se leen fácil, te dejas llevar por el narrador quien (y esto me encanta), como en sus otras obras, recrimina al perdido o impaciente lector:
“Capítulo CVI
…o más propiamente dicho, capítulo en que el lector, desorientado, no puede mezclar las tristezas de Sofía con la anécdota del cochero. Y confuso pregunta: -¿Entonces la entrevista de la calle Armonía, Sofía, Carlos María, ese barullo de rimas sonoras y delincuentes es toda una calumnia? Calumnia del lector y de Rubião, no del pobre cochero que no llegó a proferir nombres, no llegó siquiera a contar una anécdota verdadera. Es lo que hubieras visto, si leyeras con pausa. Sí, desgraciado, advierte bien que era inverosímil, que un hombre, yendo a una aventura de aquellas, hiciese parar la berlina delante de la casa pactada. Sería como dejar un testigo ante el crimen. Hay entre el cielo y la tierra muchas más calles de las que sueña tu filosofía- calles transversales, en donde la berlina podría quedarse esperando.”
(Págs. 198 y 199.)
Machado recurre a Shakespeare: “Hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio/De lo que sueña tu filosofía.” (Hamlet, acto II, escena segunda) Así como esta, el libro está lleno de frases inspiradas en obras que el autor no sólo leía, sino también traducía. Desde un verso de un soneto de “Il Canzoniere” de Francesco Petrarca, pasando por el “Hamlet” de Shakespeare, hasta la Biblia; y también encontramos analogías con míticos personajes de la literatura e historia universal.
La obra inicialmente salió publicada por capítulos en la revista “A Estação” (“La Estación”) el 15 de junio de 1886, y el último capítulo cinco años más tarde, el 15 de setiembre de 1891. Ya como libro fue editado por primera vez en 1891 por la Editora Garnier.
Así como en las dos obras anteriores, esta está compuesta de pequeños capítulos, narrado en tercera persona, donde por momentos el narrador se dirige directamente al lector incitándolo a recordar algún capítulo pasado, compartiendo una sospecha, o recriminando una posible falta de atención.
El personaje que da nombre a esta obra está ya muerto desde el primer capítulo, y, no es el personaje principal, (así como con “Jubiabá” de Jorge Amado). Quincas Borba es un filósofo de sospechosa lucidez, quien defiende y declama el “Humanitas” como doctrina, heredero de una gran cuantía de dinero, y hace de Rubião -un pacato profesor de Barbacena, Minas Gerais-, su alumno, enfermero y heredero universal, bajo la única y severa condición de que cuide y críe a su perro, también llamado Quincas Borba.
Este personaje del título aparece en los capítulos finales de “Memorias póstumas de Blas Cubas”, primero cuando está en paupérrimas condiciones, llegándole a robar el reloj a Blas, y luego después de haber heredado aquella fortuna, pidiéndole disculpas, y declamando ante él su filosofía del “Humanitas”, y dejando entrever su probable locura.
Si en el Perú la frase “¿En qué momento se había jodido el Perú?” de “Conversación en La Catedral” es recordada hasta ahora, y mencionada en cualquier medio y/o conversación, hasta por personas que no saben de dónde salió, en Brasil ocurre algo parecido con la frase “Ao vencedor as batatas” (“Al vencedor las papas”), lema de Quincas Borba, benefactor de Rubião, quien le explica el fondo de aquella frase, hasta ahora famosa en Brasil:
“El encuentro de dos expansiones, o la expansión de dos formas, puede determinar la supresión de una de ellas; pero, rigurosamente, no hay muerte, hay vida, porque la supresión de una es principio universal y común. De ahí el carácter conservador y benéfico de la guerra. Imagínate un campo de papas, y dos tribus hambrientas. Las papas apenas podrán alimentar solamente a una de las tribus, adquiriendo así fuerzas para cruzar la montaña e ir a la otra vertiente, donde hay papas en abundancia; pero, si las dos tribus dividiesen las papas del campo no llegarían a nutrirse por completo y morirían de inanición. La paz, en ese caso, es la destrucción; la guerra es la conservación. Una de las tribus extermina a la otra y recoge los despojos. De ahí nace la alegría de la victoria, los himnos, declamaciones, recompensas públicas y todos los demás efectos de las acciones bélicas. Si la guerra no fuese eso, tales demostraciones no llegarían a darse, por el real motivo de que el hombre sólo conmemora y ama lo que le es placentero y ventajoso, y por el motivo racional de que ninguna persona canoniza una acción que virtualmente la destruye. Al vencido, odio o compasión; al vencedor, las papas."
Si Machado de Assis mediante su personaje decía “La guerra es la conservación” a finales de 1886, poco más de medio siglo después encontramos en “1984” de George Orwell “La guerra es la paz”.
La historia se centra en Rubião, inocente, tímido y ahora millonario, totalmente confiado en ir a recoger “las papas de Rio, la capital del Imperio”, (Rio de Janeiro fue la capital del Imperio de Brasil, desde 1822 hasta 1960) sin sospechar ser una presa fácil en la ya cosmopolita capital de mediados del siglo XIX, a donde se mudó, dejando atrás su apacible Minas Gerais. Desde antes de llegar, en pleno viaje ya es albo de un astuto embustero: Cristiano Palha. Este, “siempre con el farol de los negocios encendido” reconoce rápidamente en aquel hombre a un tonto, perdido en su nueva vida, y, con simples consejos, llega a ser considerado por Rubião como “amigo”, siendo nombrado administrador de su fortuna y negocios. Palha le presenta a su bella mujer, Sofía, de quien Rubião se enamora hasta la locura (literalmente). Sofía se sabe bella, e inicialmente no se deja cortejar por Rubião, por considerarlo repugnante, llegando a contarle a su marido el galanteo del millonario. Palha, lejos de ofuscarse, decide usar la belleza de su mujer para mantener ilusionado y despreocupado a Rubião, así él se va haciendo fácil y sistemáticamente con gran parte del dinero.
Rubião llega a ser rodeado de personajes oscuros, todos con maneras diferentes pero con el mismo fin: echar mano al dinero. Además de aquella pareja, está también Camacho, director del diario “Atalaya”, quien lo convierte en su socio.
No sólo encontramos embuste en la trama, también celos, y crónicos por parte de Rubião hacia Sofía al verla bailar un vals con Carlos María, joven galán quien también la seduce en aquel momento. Rubião, confuso hasta la locura por las breves muestras de acercamiento de Sofía, una carta en tono amistoso, una conversación; no sospecha que Sofía sólo lo distrae por pedido de su marido, para que se asocie en cuanto negocio Palha le ofrezca. No sospecha ni cuando ve al mayor Siqueira y a su hija Tonica ser relegados por el matrimonio Palha, porque simplemente ya no les interesa su roce con ellos, ahora son un estorbo, y, ante la queja del mayor, Rubião no se ve reflejado en ese espejo.
Rubião, que tan sólo quería hacerse de amigos, queda en la soledad y miseria absoluta: ¡Al vencedor las papas!, repite una y otra vez por la calle, con sed, hambre y frio, fuera de sí, creyéndose Napoleón III, acompañado por su perro Quincas Borba.
Así como en los libros anteriores de Machado, este está escrito con mucha elegancia, con harta ironía y humor negro. Suelo leer el prefacio o presentacion luego de leer la obra en sí, así lo encuentro más interesante. Diversos estudiosos de Machado encuentran las entre líneas en su narrativa, por ejemplo:
No debe ser casualidad que el apellido “Palha”, de Cristiano, sea tal. “Dar palha” significa “ilusionar con una agradable conversa”, como bien refiere Willi Bolle en su prefacio. Además, también refiere:
Roberto Schwarz en su libro “Ao vencedor as batatas” de 1977, examina el retrato de Brasil en Quincas Borba;
El profesor inglés John Gledson, de la Universidad de Liverpool, en su libro “Machado de Assis, ficção e história” de 1986, también ve la representación de la sociedad brasilera de la época en Quincas Borba, y va más allá, encuentra semejanzas en el nombre del personaje principal, “Rubião”, con el nombre latín “rubiaceae”, al cual pertenece la planta del café, que proporcionó el boom económico de Brasil en la década de 1860. Encuentra también un paralelo entre el nombre completo del personaje “Pedro Rubião de Alvarenga” con el de “Pedro de Alcántara”, nombre de familia del emperador Pedro II.
También encuentra en la identificación del ya desvariado Rubião con Napoleón III, que después de derrotado en la guerra franco-prusiana de 1870-1871, fue obligado a abdicar; esto es visto por Gledson como un elemento llave del retrato satírico del Brasil Imperio, que fue sustituido por la República el 15 de noviembre de 1889, cuando esta novela de Machado entró en su fase final de concepción.
Con una vasta obra que va de la novela, pasando por el cuento, poesía, teatro, Joaquín María Machado de Assis (1839-1908) debe ser el mayor escritor brasileño hasta nuestros días, y aún así, fuera de las fronteras de su país no tiene la fama y el reconocimiento que debería; los hispanohablantes nos lo perdemos.