Hace aún medio siglo la Organización Mundial de la Salud consideraba enfermos a los homosexuales, diagnóstico piadoso para evitarles los castigos y ejecuciones sufridos durante milenios, con excepción de en el mundo grecorromano, y que todavía reciben en los países islámicos.
Menos de medio siglo ha cambiado milenios de las calificaciones y juicios sobre hábitos no heterosexuales que, divulgados ahora, resultan sorprendentes.
Unos sexólogos y psicólogos han hecho una lista sobre eso que antes se llamaban desviaciones sexuales, y que ahora parte de la sociedad ve sin prejuicios, y han censado quince que se consideran normales y que ya se amparan bajo las siglas LGTBQ+.
Que corresponden a Lesbianas, Gays, Transgénero, Bisexuales, Queer, y el signo más (+) acoge a Intersexuales, Asexuales y cualquier otra variación poliamorosa.
El conjunto se llama también grisexualidad, y aquí cabe todo entre humanos –la relación con animales es otra cosa--, incluyendo la escoliosexualidad, que es atracción sexual hacia personas cuya identidad sexual es diferente a la del sexo con el que nacieron.
De esas quince calificaciones lo primero que llama la atención es que al explicarlas se desecha el sexo de nacimiento, porque ya no importan la fisiología, y sólo se habla de género para la identificación personal.
Un código-ideario lingüístico que dirige los nuevos programas escolares para enseñar que el sexo físico no tiene importancia frente al género, que antes era una clasificación gramatical.
Según las enseñanzas progresistas y de cambio el escolar debe elegir su género, y para ello tiene que probar sus variantes, de momento esas quince: enorme y agotadora actividad extraescolar.
En algunos colegios de EE.UU. empiezan a sancionar a profesores que hablan de sexo en lugar de género. Alberto Garzón (IU) cree que Podemos copiar esos castigos aquí contra los heteropatriarcas, como le llama a los tipos normales. Claro que Podemos.
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SALAS