La escapada a las Arribes del Duero la teníamos en mente desde hace muchísimo tiempo, pero nunca encontrábamos el momento. Aprovechando un festivo, nos fuimos tres días. Fue una escapada casi sin preparativos y el hotel se escogió tras mirar no más de diez opciones.
En esta casa teníamos lo que buscábamos, buenas críticas y piscina. El precio, en temporada alta (mes de julio) y en una habitación con terraza que daba justo al lugar dónde el río Huebra se une con el caudaloso Duero, y con Portugal a escasos metros, 70 euros, con desayuno y wifi incluído (aunque apenas funcionaba).
Aparte de la maravillosa piscina, dispone de un jacuzzi con unas vistas realmente impresionantes. Tiene también una pista de pádel, que nosotros no utilizamos.
El desayuno es contundente y buenísimo. Se "enorgullecen" de servir 4 mermeladas caseras al día y no repetir durante una semana (nosotros probamos de kiwi y naranja, de calabacín, de atún con pimientos....)Todos los productos son de la casa, te ofrecen zumo de naranja natural, tostadas, bizcocho y fruta.
Al principio no teníamos pensado cenar allí, pero las pocas opciones de restauración cerca de la casa, hizo que nos lo pensásemos mejor. Si estáis varios días, comprobaréis que un día sirven carne y al día siguiente pescado y así sucesivamente.
Las cenas, al igual que los desayunos, son una maravilla, con el comedor mirando al Duero y con alimentos bien cocinados y de calidad.
La casa está regentada por un matrimonio, aunque nosotros siempre tratamos con el marido, ya que a la mujer no la vimos más que una vez y de pasada.
El punto un poco negativo se lo daríamos a la habitación. Para nosotros es muy importante dormir bien (me imagino que para todos) y en esa cama no lo pudimos hacer. No sólo por el tamaño, ya que estamos acostumbrados a una cama más grande, si no porque el colchón y las almohadas creemos que necesitan un cambio urgente.