Revista En Femenino
No hace ni 48 horas que salí del quirófano. Es Miércoles Santo y aún no ha amanecido. Ésta será una Semana Santa de mucha profundización interior. Los médicos se han sorprendido de lo rápido de mi recuperación: nada de fiebre y nada de mareos. Eso y evitar pasar en el hospital toda la Semana Santa han ayudado a que me dieran el alta tan pronto. Aunque aún hay dolores y un vendaje tan pomposo que llamo la atención por donde paso.Estoy convencido que mi rápida recuperación tiene que ver con la aceptación de la situación, que llevo trabajando desde hace meses: nada de aferrarme a que "debería ser de otra forma", o a cantos baldíos a la "mala suerte"...Siempre hay mucho que aprender de todo lo que nos pasa, y una tercera operación relacionada con los sentidos claramente apela a otra forma de ver la realidad. En el 2011 fueron una vitrectomía y una extirpación de cristalino en el ojo izquierdo; ahora ha sido una timpanoplastia en el oído derecho. ¡Menuda llamada del Universo!: "Es hora de percibir la realidad que hay más allá de lo que ves y oyes. ¡Hay mucho que ver y que oír!", parece decirme. En ese camino ando. Y el cambio está siendo enorme, y para mejor.Pasar unos días en el hospital te hace ver lo efímero de nuestra realidad corpórea. Pocas horas antes de la operación, me traían de compañero de habitación a un ancianito en su último aliento de vida, ya sin habla, sólo suspiros de queja...Menuda llamada: "polvo seremos y en polvo nos convertiremos". ¡Qué milagro tan fugaz es realmente una vida humana, y cuánta importancia nos damos a veces! Incluso me reía ayer al ver que nos trastocan lo más mínimo, y se nos caen "todos los palos del sombrajo": lo aparatoso de mi vendaje impedía ponerme las gafas, y con ello ya no podía ni ver ni oir bien. Curioso equilibrismo el que vivimos, que siempre consideramos eterno...mientras dura.La operación tenía dos objetivos. Primero, extirpar el colesteatoma del oído, que amenazaba con reproducirse por todo el cerebro, y causar parálisis facial y consecuencias peores. El segundo, garantizar la audición. El primer objetivo se ha conseguido sin problemas; el segundo no. El colesteatoma ya se había "comido" el estribo entero y la mitad del yunque. Los huesecillos ya no transmitían vibración. Ahora se entiende la pérdida de audición de los últimos meses. Gracias a la rotura este pasado verano de la bolsa retráctil que lo inició todo, la operación se precipitó. Sin ese pequeño gran aviso de la sabia naturaleza, casi imperceptible, la cosa se podría haber complicado, y mucho. ¿Vaso medio lleno o vaso medio vacío? Estoy convencido de que podemos obrar milagros inexplicables para la ciencia o la medicina, como ya me sucedió con el ojo, así que quizás no esté dicha la última palabra sobre ese oído. Además, sigo pudiendo escuchar con el otro oído a Ludovico Einaudi, el Coro de los Peregrinos de Wagner o el "Don´t Give Up" de Peter Gabriel, mi himno favorito ante la adversidad. Podré seguir escuchando a mis niños, a mi mujer y a mis amigos...Ya amanece, y escucho a los pajarillos mañaneros. Vaso lleno, sin duda.