Revista Opinión

Quizás este sea el momento de nuestra revolución

Publicado el 18 abril 2011 por Reven

Escribo esto para la gente buena que aún desea ayudar a mejorar el mundo. Si eres una de esas personas que ha decidido que lo mejor que puede hacer en la vida es mirar solo por sus propios intereses te recomiendo que dejes de leer ahora mismo, aquí no hay trucos para ganar dinero. Gracias.

El mal avanza en Europa. Las personas que todo lo hacen, nada están recibiendo, salvo golpes. Se nos está arrebatando el pan, el futuro y la dignidad. Los que causaron el destrozo que estamos viendo hoy día y que defienden a capa y espada seguir en el mismo camino, que nos llevará a la miseria más absoluta, no solo siguen igual, sino que viven mejor. Las grandes empresas de la Unión Europea han hecho más beneficios que nunca, muchos más beneficios que cuando la economía del continente era prospera. Cuando todo iba “bien” nos dieron una parte tan ínfima del pastel que era vergonzosa y ahora que la cosa va mal no tienen ni la decencia de al menos guardar respeto al cadáver de nuestra economía, aún caliente, y se han ido de fiesta al edificio de al lado, para recordándonos que lo que ha muerto no ha sido su riqueza, sino las migajas que nos dejaban caer. Ahora esas migajas también se las quedan ellos.

La extrema derecha se extiende, con bonitos nombres, nuevos atuendos, preciosos coches y bonitos mensajes, a veces, para confundir a nuestros vecinos. En Francia, Holanda, Suecia, Austria y Finlandia ha crecido tanto que ya tienen suficiente fuerza a nivel parlamentario para forzar leyes. Gobiernan ciudades personas que odian a otras por su lugar de nacimiento y no por sus actos. Vamos hacía atrás. En España también tenemos nuestra ración. Los políticos “profesionales”, esa lacra burocrática y antidemocrática que nos gobierna desde hace un par de décadas, no ha tenido otra cosa que hacer que adoptar los mismos mensajes de odio para no perder votos. Todos ellos no son racistas, PERO… hay muchos inmigrantes. Hipócritas que lavan la cara al fascismo, haciéndolo respetable al hablar como ellos y ayudando a poner la alfombra roja a todos los Le Pen de Europa, los pequeños “hitlers” del Siglo XXI con sus sueños de grandeza manchada de sangre. De ese delito son culpables la mayoría de los partidos mayoritarios en casi todos los partidos europeos. Defendiendo “la pureza” de sus respectivas naciones, acentuando los miedos de sus respectivos países a amenazas que no existen, para con ese mismo miedo forjarse un camino hacía el poder y conseguir ser los dictatorzuelos de su propio cortijo.

La Unión Europea fracasa como proyecto político al defender los intereses de las grandes compañías por encima de los intereses de los ciudadanos. Lobbys industriales, financieros y energéticos -por citar un ejemplo- dominan el parlamento europeo, la financiación privada de los partidos políticos convierte a estos en simples títeres del poder económico. La democracia se hunde, el proyecto político unitario ya no existe. ¿Cómo se va a poner de acuerdo en algo si cada uno pone por encima del bienestar general los beneficios de sus caciques locales? ¿En qué nos beneficia a nosotros que se beneficien nuestras empresas? Solo hay que mirar al horizonte, la empresa que más beneficios ha obtenido en la historia de España va a despedir a miles de trabajadores en nuestro país. ¿Nos benefician sus beneficios? En absoluta: la diferencia es el grosor de su cartera. Y encima la alternativa a la Unión Europea del capitalismo voraz y corrupto es la Europa de la guerra y los campos de concentración. ¿Dividiremos Europa en tantos trozos como tonalidades de bronceado existan? ¿Nos estamos volviendo locos? ¿Estamos esperando una señal para empezar a movernos?

Los pequeños comerciantes y autónomos que están viendo como el trabajo de su vida, su pequeño negocio, está cerrado y su futuro es negro como un abismo están siendo captados por los fascismos con promesas de progreso y mejoría, para recuperar un pasado que ellos dicen que fue mejor. Ellos no tienen costumbre de trabajar en conjunto con otros trabajadores y ni mucho menos de defender sus derechos junto a sus semejantes, no entienden esa lógica, pero es normal, no la han vivido. No se sienten parte, en ocasiones, de una clase a la que sin duda pertenecen. El problema es aún más grave cuando hay cientos de miles de trabajadores que tampoco han experimentado esto. La desorientación es grave y peligrosa, es un campo del cultivo para el racismo, la xenofobia y muchos otros experimentos políticos tan peligrosos como imaginativos seamos. Llamarlos a la rebelión contra el sistema antes que los fascismos puede ser una solución.

Hay que trazar un camino para toda esta gente, construido entre todos, que nos permita ver de nuevo la luz al final del túnel, que juzgue a los culpables y de, a los que trabajan, pueden, y quieren hacerlo, una forma digna de vivir y una riqueza acorde a sus necesidades y un trabajo acorde con sus capacidades. Que traiga justicia, dignidad e igualdad. Y libertad, por supuesto. Una sociedad más justa no solo es posible, sino que empieza a perfilarse como la única alternativa a la barbarie que se ciñe sobre nosotros. Hay que llamar a una revolución que cambie de base nuestro país, nuestro continente y nuestro mundo. Una revolución de los trabajadores de todo tipo hecha por y para ellos. Los vagos, los codiciosos y los malvados no pueden dirigir nuestro futuro.

Entrada programada.


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