Quizás sea urgente que la literatura muera, la literatura que comparte el mundo, la literatura que se ha convertido en lo contrario de sí misma, que se ha convertido en la propia burguesía, en su baluarte, en su adorno, en su justificación, así como la Iglesia se ha convertido en lo contrario de Cristo, que era la pobreza, la religión de los pobres y del amor puro, y no del poder. La literatura quizás deba morir para volver a ser esa cosa de la noche, esa actividad de cucaracha, ese lenguaje de rata, y no esa cosa espantosa, esa cosa cultural tan repugnante como las demás cosas culturales, cuando los libros no tienen nada que ver con la cultura. Lo que hay en los libros es algo mucho más importante que la cultura, porque lo que hay en los libros no es lo bello, no es lo espectacular, no es el entretenimiento, no es la época ni el debate de ideas, es simplemente esa cosa de rata y de cucaracha, lo que hay de absolutamente solitario en la existencia. Tal vez los escritores deban volver a ser lo que son, lo que yo soy: una cucaracha, una rata. Escribir lo que solo uno sabe, lo que ha visto, lo que ha comprendido. Escribir que no se entiende nada, escribir como no se entiende nada, o bien callarse. Quizás también los libros se hayan vuelto algo sucio.
Constance Debré
Bookmakers, Richard Gaitet
Foto: Joel Saget
