Pensar que existe una Europa unida es un espejismo. La Unión Europea responde a los objetivos de sus creadores allá por la década de los 50 del siglo XXI. Recordemos que entonces nació como Comunidad Económica Europea, y así fue funcionando hasta que en los ochenta tomó el nombre de Unión Europea. Nombre que trataba de anunciar que de la unión económica se pasaba a una potencial unión política.
Los intereses nacionales han seguido primando sobre los de la Unión. Sólo han funcionado los acuerdos comerciales. Todo lo demás se ha quedado en una clara definición de intenciones que está sometida a la conveniencia de los gobiernos nacionales.
Distintas velocidades, constituciones fallidas, moneda única no aceptada por todos los países, esta ha sido la historia de esta llamada Unión Europea.
Y los años han ido pasando, y la unión política ha ido fallando. Sólo ha funcionado ante intereses comerciales. El parlamento europeo es la única institución que es elegida de forma universal y democrática, y sirve para poco, no es vinculante, quien pincha y corta es la Comisión Europea, que está compuesta por los ministros de los distintos países.
Los pocos avances políticos quedan aparcados o se ponen en cuestión cuando pueden implicar cierta incomodidad para alguno de los países, sobre todo, los poderosos.
Hoy lo demuestra la actitud de Francia, que viendo que le pueden entrar ciudadanos tunecinos y libios, desde Italia, amenaza con acabar con el acuerdo Schengen. El único acuerdo que habla de personas y no de mercancías. Justo el acuerdo que ha tratado de “desnacionalizar” a Europa, eliminando sus fronteras interiores y permite el libre acceso dentro del continente.
¡Qué tristeza! En vez de llegar a acuerdos para asilar a los que huyen de una guerra, se trata de cerrar las puertas y no dejarles entrar. No es que no funcione la solidaridad con los inmigrantes, es que no funciona entre los mismos países europeos.
Y a esto hay que sumar la última crisis que ha desenmascarado también la unión económica. La que parecía el objetivo cumplido. Ahí están Grecia, Irlanda y Portugal –y cualquiera sabe si nosotros mañana—, malparadas y obligadas a hacer unos enormes sacrificios. Una Europa que ha hecho aguas a la mínima. y de la que, como siempre, se han salvado los poderosos: Alemania, Francia, Reino Unido, quedándose hundidos los países más pobres.
La Unión Europea ha fallado como tal. El espíritu mercantil ha destruido la unión. Las personas no cuentan, sólo los objetivos comerciales de los más importantes. Y éstos no creen en la unión política y la desestabilizan, sólo tratan de mantener sus privilegios y su dominio. Hoy Europa va a la deriva, y es un fracaso que nadie sabe a qué puerto nos llevará.
Salud y República