Esta entrada no es para hablar de Izquierda Unida, o sí. Es para exponer una reflexión sobre quienes utilizan la difamación o la negación de la idea del otro como idea política. La política trata de que haya un debate de ideas y dilucidar cuál es el mejor medio para luchar contra un mundo hecho a medida de los poderosos.
Entonces surge una idea, una propuesta que no es asumida por un sector, un artículo que se sale del marco ideológico impuesto, sea o no mayoritario y empieza la caza de brujas, el desprestigio. Suele mezclarse lo personal con lo político y muchas veces lo conflictos son poco políticos y más personales.
Lo cuenta Ignacio Blanco en un artículo titulado Autocrítica perfectamente. Otro ejemplo sería un artículo de Víctor Casco que lleva un título más representativo: Una Izquierda Unida agónica y un futuro por conquistar. Otro artículo interesante sería el de Juan Peña: Yolanda, Joan, Félix y los grupos parlamentarios. Y el ejemplo de lo expuesto, algunos de los comentarios realizados.
Las ideas que plantean así como la visión que tiene sobre las confluencias o cómo orientar la izquierda hacia el futuro son cuestionables, debatibles, criticables. Lo que no es posible es desprestigiar a personas que son perfectamente válidas, que trabajan mucho para la construcción de una alternativa de izquierdas. La pereza intelectual aparece también en la izquierda y preferimos desmenuzarnos en lo personal a una crítica de lo político y lo ideológico que nos cohesione y haga más fuertes, teniendo en cuenta que tenemos objetivos comunes.
A veces da la sensación que se pierden las referencias y que lo único importante es terminar con concepciones distintas entre quienes se supone que estamos en el mismo bando. Decimos que la pluralidad nos enriquece pero en realidad pensamos que es mejor tener una única visión del mundo y que todos coincidamos con el líder supremo.
Hablemos de un modelo distinto de desarrollo, no productivista, decrecentista, cercano a la naturaleza, que rompe la lógica de lucrarse lo más posible, crear riqueza para crear empleo. Mejor redistribuir aunque sea más complejo. Esto choca frontalmente con el planteamiento socio-cultural existente y podremos debatir sobre las mejores fórmulas para exponerlo a la sociedad pero no hay vuelta atrás. Pongámonos de acuerdo en lo importante y debatamos sobre ello, miremos hacia arriba en lugar de despedazarnos entre nosotros, porque el objetivo a conseguir está lejos y necesitamos unidad en la pluralidad para salir de esta dignamente. O sencillamente salir.
Necesitamos otra economía, otro modelo productivo al servicio de los trabajadores, reducir los tiempos de trabajo, buscar alternativas de empleo no lucrativas económicamente pero que enriquecen a la sociedad. Una redefinición de las necesidades, una inclusión del trabajo doméstico como trabajo digno y fundamental para la vida.
Este nueva economía, este nuevo modelo vendrá de la mano específica de la mujer, feminizaremos la economía y haremos un modelo más humano. No hay posible liberalización del mundo sin un nuevo papel para la mujer en lo social, en lo económico y en lo cultural.
Tal vez poner en el centro del debate nuestro verdadero objetivo pueda servir para que confluyamos con nosotros mismos, militantes y simpatizantes de IU, militantes sociales, … O tal vez no, tal vez nuestra aspiración sea continuar acabando entre nosotras y nosotros para ver quién ejerce la hegemonía de lo pequeño. Quizás exista un cierto miedo al poder, a salir de nuestra concha, levantarnos y ponernos a caminar junto a otros. No tenemos por qué estar solos.