Revista Cultura y Ocio
El otro día quise escribir la palabra «amargura» y me salió «amagua». Al principio, me asusté, como debe de pasar a un enfermo que pierde el habla de un momento a otro y no logra articular lo que quiere decir. Y fue solo que el teclado de mi ordenador cayó en la desgracia de perder el pulso de las teclas Q, W, E, y R. Así que todo lo que quería escribir que contuviese las cuatro letras afectadas resultó tan inteligible como sta fras u scibo ahoa. Me acordé de inmediato de Georges Perec y del Oulipo, de sus juegos de palabras que tanto siempre me han fascinado, y de su novela La disparition (1969), que omitía la letra E, y que se publicó en Anagrama en español con el título de El secuestro (1997), omitiendo la letra A. Vaya brete. Yo quiero creer que la afección de esas teclas de mi teclado es eventual, que es fruto de un excesivo celo en la limpieza, y que han debido de mojarse demasiado. Pero no se secan, y así llevan ya más de dos días. Vamos, que no reaccionan. De manera que un «Te quiero» es «T uio» y un «entierro» es «ntio»; y que «me quiero beber un whisky» es «m uio bb un hisky» y el principio de Cien años de soledad, pongamos por caso: «Muchos años dspus, fnt al plotón d fusilaminto, l coonl Auliano Bundía había d coda aulla tad mota n u su pad lo llvó a conoc l hilo». Se acorta mucho pero es molesto. Esta estupidez me ha recordado mis prácticas de mecanografía, hace ya miles de años. Y también me ha traído a la memoria un libro de alguien, que he localizado, con el título de Qwerty. Es verdad, de Itziar Minguez Arnaiz, que publicó La Isla de Siltolá en 2017, aunque a mí me suena también como título de un poema que ahora no logro saber de quién puede ser; pero me suena que de alguien cercano. Qué cabeza. Que si lo tuviese que escribir en el otro ordenador sería «u cabza». Vamos, que «ya m val». Mientras tanto, me va bien con estas otras qwer sobre las que escribo, con delicadeza, sin apretar mucho, para que no se ofendan y que no me dejen en blanco.