Revista Remedios

Rabietas infantiles

Por Gabriel Giner @esaludcom

Los niños pequeños que transitan entre las edades de 12 meses y 4 años de edad presentan una estructura emocional aún inmadura. Dado que no han desarrollado buenas habilidades de afrontamiento, tienden a perder el control ante algunas situaciones y son dominados principalmente por sus impulsos; estos impulsos muchas veces se convierten en crisis de rabieta.

¿Qué función cumple una rabieta?

La rabieta, como todo accionar humano, tiene un cometido; la función de ésta es la expresión. Los niños pequeños muchas veces quieren expresarse, pero les resulta muy difícil. Se sienten frustrados, y esta frustración se manifiesta como una rabieta; una vez que logren expresarse de otras maneras y hablar más, será menos probable que tengan rabietas. A la edad de 4 años usualmente suelen disminuir.

Si nos trasladamos a la teoría del psicoanálisis, es aquí -durante la rabieta- donde aparece según Freud, el Ello de la personalidad. El Ello siempre impulsará al niño a satisfacer sus necesidades, es su principal objetivo. Dado que se encuentra regido por el principio de placer, siempre buscará la satisfacción y evitará y reaccionará a lo que le genera displacer. Aunque a partir de los 3 años el Yo comienza a desarrollarse, el niño todavía puede no comprender porqué no puede lograr todos sus deseos y para éste, el no conseguir lo que busca puede ser lo peor que le ocurra, es ahí donde surge su furia y angustia incontrolable.

Cada rabieta que presenta el niño es el resultado de no obtener lo que desean. Los niños de entre 12 y 24 meses, suelen tener rabietas que provienen de la necesidad de comunicar una necesidad: hambre, un cambio de pañales, un juguete que no pueden alcanzar, necesidad de afecto, etc. Cuando ya tienen 3 o 4 años, los niños se habrán vuelto más autónomos y serán conscientes de sus necesidades y deseos, por lo tanto, intentarán afirmarse más y demostrar su autoridad.

Si bien las rabietas pueden ser frustrantes para los padres, hay que reconocer que par el niño también lo son. No se siente orgulloso de perder el control y puede hasta incluso avergonzarse por lo sucedido.

Aunque en ocasiones puede ser muy difícil sacar a un niño de una pataleta, debemos comprender que ésta no durará todo el día. Pero también se puede resolver con un poco de paciencia y persistencia por parte de los padres, maestros o cuidadores. Existen algunas estrategias de disciplina que pueden ayudar a un niño a darse cuenta que sin importar lo que le suceda, hacer un berrinche/rabieta no será de gran ayuda.

¿Por qué ocurren las rabietas?

Por qué ocurren las rabietas

Cuando el niño muestre una rabieta, los padres o cuidadores deben tomarse un tiempo para examinar la razón subyacente de ésta. Los niños tienen rabietas por dos razones principales: la incapacidad de controlar sus emociones o un intento de controlar la situación.

El cerebro humano no están completamente desarrollado hasta aproximadamente los 25 años de edad; la última parte que se desarrolla es el lóbulo frontal, la parte del pensamiento abstracto. Esa parte es la que ayuda al individuo a pensar antes de actuar y es donde se logra la resolución de problemas.

Los adolescentes y adultos jóvenes toman a veces decisiones impulsivas y sin sentido, porque esta parte del cerebro (lóbulo frontal) aún no está completamente desarrollada. No piensan antes de actuar. Lo mismo ocurre en los niños, pues al no tener una estructura cerebral aún desarrollada tienden a dejarse llevar por sus impulsos, y las rabietas son uno de ellos.

Cuando ocurre algo que les molesta, incluso cuando es algo pequeño, su sistema límbico -que controla las emociones- se activa y se manifiesta en emociones o impulsos. En ese momento no hay pensamiento o resolución de problemas en el sistema límbico, puesto que aún no tienen desarrollado el lóbulo frontal.

A veces los niños se esfuerzan por controlar emocionalmente lo que les sucede y muestran su frustración a través de su comportamiento. Un niño que no está seguro de cómo lidiar con emociones incómodas como la ira, la tristeza y la desilusión, puede ser un blanco fácil para el Ello, quien provocará una reacción de descontrol. Gritar, tirarse al suelo, patear o incluso pegar es su forma de decir: “Ayúdenme, estoy fuera de control”.

Signos característicos de una rabieta

Cualquiera sea el desencadenante de una rabieta, probablemente terminará en un arrebato emocional. Algunos profesionales de la salud mental creen que los niños que presentan estos frecuentes arrebatos emocionales carecen de ciertas habilidades que les ayudarían a manejar mejor las situaciones que les causan frustración, ansiedad o enojo. Una rabieta puede incluir signos característicos que incluyen:

  • Falta de control de los impulsos
  • Tirarse al piso, arrastrarse o patalear
  • Gritar desesperadamente
  • Arrojar objetos
  • Golpearse o intentar golpear a otros
  • Falta de capacidad para la resolución de problemas
  • Negación a la negociación
  • Falta de comunicación con los adultos
  • Incapacidad para autocalmarse

¿Cómo prevenir y tratar las rabietas?

Cómo prevenir y tratar las rabietas

Aunque no lo parezca, las rabietas son fáciles de prevenir y de tratar. Solo basta con armarse de paciencia, dejar que el niño libere sus emociones y luego del momento de crisis sentarse a hablar con ellos. Usualmente se tiende a hacerles preguntas acerca de porqué están llorando, qué es lo que quieren o porqué se comportan así; pero en el medio de una rabieta esas preguntas en vez de calmarlos les harán perder más el control.

El problema cuando ocurren las rabietas es que en los niños no está funcionando en la parte lógica de su cerebro, pues aún no se encuentra desarrollada. No pueden responder nuestras preguntas porque están demasiado inundados emocionalmente como para esforzarse a pensar lógicamente.

Marcar una rutina de juego

Reservar tiempo de juego regular con el niño de edad preescolar puede ayudar a que se sienta mejor consigo mismo. Ante el juego es importante dejar que él tome la iniciativa al elegir la actividad, pero también hay que demostrarle que las demás personas (en este caso padre o cuidador) también tendrán su turno para elegir un juego. Esa experiencia compartida le dará a el niño una mejor base para poder auto-calmarse la próxima vez que se enoje y le mostrará que él no es el único con poder de decisión.

Elogiar los buenos comportamientos

Es importante no dejar pasar las oportunidades para señalar sus buenos comportamientos, incluso a los más pequeños. Si recibe elogios cuando se comporta de buena manera, comprenderá que no solo portándose mal o haciendo un berrinche llamará la atención de sus padres, sino que también, recibirá atención positiva cuando muestre un comportamiento deseado; al notar esto es más probable que lo repita nuevamente.

Distraerlo

Si se cree que un niño está empezando una rabieta, se puede buscar algo para distraerlo inmediatamente. Esto podría ser algo que este sucediendo en el momento o algo que se vea por la ventana, por ejemplo, se podría decir: “¡Mira, un ave!” con un tono que suene como si se estuviera realmente sorprendido, esto llamará la atención del niño y por el momento se olvidará de su enojo.

Enseñarle formas de relajarse

Se le pueden enseñar técnicas saludables para manejar la frustración en el momento de la rabieta, por ejemplo: tomar respiraciones profundas, tomar un vaso de agua, etc. También es importante que luego de la rabieta, se hable con el niño, se le pregunte el porqué de su reacción, y se le explique que esa no es la manera adecuada para lograr sus propósitos. Los niños necesitan ver y escuchar que está bien cometer un errores a veces y que no todo se puede conseguir siempre.

Quitarle la atención

Si ante un berrinche el padre o cuidador intenta calmar al niño y este responde de manera negativa y empeora, es importante que no se lo intente calmar nuevamente. Ignorarlo es la clave, a menos que esté físicamente poniéndose en peligro a él mismo o a los demás. Al quitarle la atención, no se reforzará su comportamiento indeseable. Solo es necesario intervenir si comienza a golpear, patear, morder, arrojar cosas durante la crisis. Al no intervenir se le da la oportunidad de aprender a calmarse él mismo y también podrá darse cuenta que ese comportamiento no atrae la atención.

Encontrar la causa

Como punto final, las rabietas se pueden prevenir si se sabe que es lo que las causa. Por ejemplo, si el niño es más propenso a tener una rabieta cuando no duerme su siesta o se encuentra cansado, es necesario hacer de la siesta una prioridad; si la hora de ir a la guardería o al preescolar se transforma en la hora del berrinche, se pueden implementar métodos como: explicarle a el niño que estará allí solo un rato, que podrá jugar con sus compañeros, contarle la actividad que harán cuando vuelva o a quien visitarán.

¿Cómo ayudar al niño a manejar la frustración?

El primer paso para ayudar a un niño a manejar la frustración es permitir que se frustre y que aprenda a resolver sus problemas por si solo. Cuando la frustración se vuelve muy intensa y desencadena mayores emociones como la ira, angustia profunda e inestabilidad emocional se puede comenzar a intervenir para que esto no se vuelva frecuente y se logren resultados constructivos para la salud emocional del niño.

Identificar situaciones

Es importante identificar las situaciones que desencadenan esa emoción. Una vez que hayan sido identificadas las situaciones que le causan frustración y se hayan tomado las medidas necesarias para evitarlas, se estará listo para preparar al niño a enfrentar las frustraciones que son parte de la vida. Si sabe que su hijo probablemente se sentirá frustrado, dígaselo.

Enseñarle a reconocer los momentos de frustración

El enfoque básico para ayudar a un niño a lidiar con las emociones difíciles es  ayudarlo a desarrollar la capacidad de observarse a sí mismo mientras está en medio de esa emoción y ayudarlos a tomar decisiones conscientes sobre su comportamiento y la forma en que expresan sus sentimientos.

La mayoría de los niños que luchan contra el manejo de la frustración no vieron las señales antes de que su comportamiento ya estuviera fuera de control. La mejor manera de ayudarlos a reconocer su reacción es hablando sobre los signos físicos que experimentan. Por ejemplo: contarles que su mirada cambia, fruncen el ceño, se ponen tensos, aprietan los labios, etc. Estos son algunos de los signos que pueden aplicarse a la mayoría de los niños.

Ayudarlo a lidiar con las emociones fuertes

La ira es una emoción que puede protegernos de los sentimientos subyacentes más vulnerables de dolor, humillación, autodestrucción y tristeza. Dicha emoción a menudo es una forma de evitar mostrar vulnerabilidad cuando no se siente seguro revelar o expresar las emociones más suaves. Esta conversión a la ira es por lo general un proceso automático e inconsciente, pero puede volverse consciente, y se pueden tomar medidas para evitar que esta se vuelva destructiva para la salud mental del niño.

Es importante ayudar a un niño a comprender los sentimientos subyacentes detrás de la ira y enseñarle a abordar esos sentimientos en lugar de reaccionar ante la ira. Sin embargo, para lograr esto, primero hay que controlar las reacciones que los padres o cuidadores tienen ante esta emoción, pues de nada sirve explicarles si no se acciona de manera adecuada. También se debe evitar el impulso de defender o defenderse de manera agresiva.


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