El rabino Lord Jonathan Sacks ha pronunciado hace pocos días la lección inaugural de su cátedra de Ley, Ética y Biblia en el King's College de Londres.
El tema de la lección fue "The Relevance of the Bible for Law and Ethics in Society Today", y el texto completo, por el momento, sólo está disponible para quien escuche los 40 minutos de la grabación en iTunes o en YouTube.
El rabino Sacks destacó siete rasgos tomados del Antiguo Testamento, que han sido recogidos y comentados, entre otros, por Michael Cook en MercatorNet (How the Bible has shaped the West) y por Antonio Argandoña en su blog sobre economía, ética y responsabilidad social (Los fundamentos de nuestra sociedad occidental).
Estos rasgos bíblicos hoy vigentes en nuestra sociedad, simplemente enumerados, son:
- La dignidad humana.
- La libertad y la responsabilidad.
- La santidad de la vida.
- El concepto de culpa, frente al de vergüenza.
- La significación del matrimonio como matriz de la sociedad.
- La sociedad como un pacto (la Biblia lo llama alianza).
- El poder tiene límites éticos.
Destaca Argandoña que para Sacks,
-- estos siete caracteres hacen que la ética de la Biblia sea diferente de los demás sistemas, porque en ella el amor y el perdón están en el centro de la vida moral. Y que estos siete caracteres están ahora en retroceso en nuestras sociedad occidentales.
-- nuestra sociedad está abandonando la idea de culpa y se pasa a la de vergüenza. Parece que salimos ganando, pero no es así.
- En la cultura de la culpa se distingue entre el pecado y el pecador, de modo que, hagas lo que hagas, puedes esperar el perdón.
- La cultura de la vergüenza es la del linchamiento mediático (casi siempre, sin pruebas). La vergüenza te sigue toda la vida.
- Por eso intentamos ocultar nuestros errores porque, si se conocen, la vergüenza nos hará la vida imposible.
-- los límites éticos del poder están en retirada, porque se pasa de “tengo derecho (right) a hacer esto” a “hacer esto es bueno (right)”: lo que la ley permite se convierte en moralmente correcto. Al final, lo bueno o lo malo lo decide el Parlamento, o el regulador de turno, o las redes sociales.