Daniel Abraham Rabinovich Aratuz. Nombres y apellidos judíos de un humorista argentino genial, cofundador del quinteto “Les Luthiers”, que acaba de fallecer a los 71 años en Buenos Aires.
Mientras, en Benicásim, Castellón, el festival reggae “Rototom” readmitía al cantautor judío estadounidense Matisyahu, un humanista considerado un fenómeno de esta música jamaicana creada por descendientes de etíopes judíos, tras haberlo rechazado por no emitir un comunicado contra Israel.
En los dos párrafos anteriores aparecen implicados ocho países, sumando Italia: “Rototom” es el nombre de la discoteca en Pordenone donde nació en 1991 este festival anual trasladado a Benicásim en 2010.
Este marco cosmopolita está envuelto en la presencia judaica del padre del reggae, Bob Marley, amante de Israel, que se decía sucesor de Salomón y la Reina de Saba, como el último emperador etíope, Haile Salassie (1892-1975)
Rabinovich, ese Groucho Marx, Woody Allen, Jerry Seinfeld, Larry David argentino, nos regalaba un humor judío que se distinguía del de los antisemitas en que se reía de sí mismo, y no de las desgracias ajenas. Rabinovich, nos hiciste felices.
Cuando se recuerdan los monólogos, narraciones y canciones de Rabinovich y sus Luthiers y se comparan con los “humoristas” antisemitas vemos a un lado la grandeza y al otro la miseria humana.
Recordemos a ese importante concejal de Podemos de Madrid que hace chistes con los millones de judíos del holocausto como cenizas de cenicero con la justificación de su partido, que, además, apoya el boicot Matisyahu: esta gente odiante es capaz de la mayor perversidad.
Que desgracia que en España no hay un Rabinovich, unos Luthier propios, para contraponerlos moralmente aquí a las campañas antisemitas como la BDS (Boicot, Desinversiones, Sanciones) en Israel y los judíos, que siendo solamente el 0,2% de la población mundial han obtenido el 29% de todos los Premios Nobel.
Judíos como tú, Rabinovich, nos hacéis felices a los herederos del mundo clásico --tú eras un Esopo moderno-- y del judeocristianismo, y conseguís que valga la pena vivir.
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SALAS