Revista Opinión

Rachels y la «expansión» de la comunidad moral

Publicado el 27 agosto 2010 por Hugo
Rachels y la «expansión» de la comunidad moralComo agentes morales, debemos preocuparnos por todos aquellos cuyo bienestar pudiera verse afectado por lo que hacemos. Ésta puede parecer una obviedad piadosa, pero en la realidad puede ser una doctrina difícil de seguir. En el año que transcurra entre el tiempo en que yo escribo esto y el libro se publique, cerca de un millón de niños morirán de sarampión (*). La gente de los países ricos podría fácilmente prevenirlo, pero no lo hará. La gente sin duda sentiría una mayor obligación si, en vez de desconocidos en países lejanos, fueran niños de sus propios vecindarios quienes estuvieran muriendo. Pero en la teoría que estamos considerando, el lugar en el que estén los niños no importa; todos están incluidos en la comunidad de interés moral. Si los intereses de todos los niños se tomaran seriamente, en dondequiera que vivieran, esto tendría una gran influencia sobre nuestra conducta.
Si la comunidad moral no está limitada a la gente de un lugar, tampoco está limitada a la gente de ningún tiempo específico. Si la gente se viera afectada por nuestras acciones ahora o en un futuro distante es algo que no importa. Nuestra obligación es considerar sus intereses por igual. Una consecuencia de esto tiene que ver con las armas de destrucción masiva. Con la creación de armas nucleares, tenemos ahora la capacidad de alterar el curso de la historia en una forma especialmente dramática (...) El medio ambiente es otro asunto en el que los intereses de las generaciones futuras tienen gran importancia: no hemos de pensar que el medio ambiente es importante “en sí mismo” para ver que su destrucción constituye una aberración moral; basta considerar lo que sucederá con la gente si se arruinan las selvas, las algas marinas y la capa de ozono.
Hay otra manera en la que nuestra concepción de la comunidad moral debe ampliarse. Los seres humanos (...) son sólo una de las especies que habitan este planeta. Como los seres humanos, los animales también tienen intereses que se ven afectados por lo que hacemos. Cuando los matamos o los torturamos son dañados, así como los seres humanos son dañados cuando se les trata en esas formas. Bentham y Mill tuvieron razón al insistir en que se debe dar igual peso a los intereses de los animales en nuestros cálculos morales. Como señaló Bentham, excluir de nuestra consideración moral a otros seres por su especie no está más justificado que excluirlas por su raza, nacionalidad o sexo. La imparcialidad exige la expansión de la comunidad moral no sólo a través del espacio y del tiempo, sino también a través de las fronteras entre las especies.
James Rachels, Introducción a la filosofía moral, Fondo de Cultura Económica, México, 2007 (1986), pp. 303-304.
(*) Afortunadamente las cifras son cada vez más esperanzadoras.
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- Darwin y la «extensión» de la moral.

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