El consumo de tabaco se relaciona con un sinfín de enfermedades y problemas de salud a largo plazo, tanto que se estima como la causa principal de más de 480.000 muertes al año sólo en los Estados Unidos (lo que equivale a 1 de cada 5 muertes).
Hasta el 2002, la OMS estimaba que alrededor de 80,000 y 100,000 niños en todo el mundo comenzaba a consumir tabaco cada a día, un promedio de 1 de cada 15 niños. Ahora, las cifras exactas de consumo en los adolescentes pueden ser inexactas pero ciertamente apuntan a números mucho menos prometedores que en el pasado.
Entre los factores de riesgo que conducen al consumo de tabaco está la fácil accesibilidad y bajos costos del producto, así como agentes influenciadores en el entorno o un historial familiar de consumo, sin embargo, otro tipo de circunstancias podrían jugar también un rol importante en la aceptación del tabaco, sobre todo en los adolescentes, lo que explicaría los altos índices de consumo a nivel mundial.
Un estudio publicado en la revista PLOS ONE describe los resultados de una serie de cuestionarios y entrevistas aplicadas a un grupo étnicamente diverso compuesto por jóvenes del Reino Unido. La investigación profundizó en los efectos del racismo en la propensión de los adolescentes al consumo de tabaco; se trató de un estudio longitudinal que acompañó a la muestra desde los 11-13 años hasta los 21-23.
Lo que los investigadores encontraron es que cerca del 80 por ciento de los participantes resultaron ser más propensos a consumir tabaco si habían sufrido alguna forma de racismo, lo que apoya teorías anteriores que sugieren que la respuesta de estrés ante el racismo puede desencadenar el desarrollo de hábitos poco saludables, entre ellos, fumar.
El estudio también encontró que aquellos jóvenes que reportaban tener buenas relaciones familiares o que asistían regularmente a un sitio de adoración (cualquier tipo de iglesia o templo), eran menos propensos al consumo de tabaco. También se encontró que los jóvenes de las pequeñas minorías étnicas eran más propensos a fumar que sus pares británicos de etnia caucásica.
Si bien el estudio no sugiere ningún tipo de relación causal, sí sugiere un análisis cuantitativo interesante, sobre todo porque en las entrevistas predomina la exposición del racismo desde edades tempranas, así como queda clara la influencia positiva del apoyo familiar y de grupos religiosos para ayudar a los jóvenes a desarrollar estrategias de auto-estima.
Los investigadores sugieren que la evidencia debería motivar a las organizaciones de salud pública a considerar el impacto de la discriminación como factor de riesgo en el desarrollo de conductas de riesgo, así como poner en práctica políticas de intervención comunitarias para encontrar nuevas vías para motivar a las personas, en especial a los jóvenes, a no consumir tabaco.
Fuente: Science Daily; KCL