Iván, miembro de la Unidad de Intervención Policial, más conocida como “antidisturbios”, contesta a las preguntas de Gonzalo Araluce y Borja Méndez en Vozpópuli. Iván es un nombre ficticio pero no su oficio y cargo, que trata de defender, dibujando la radiografía de uno de los 2.400 agentes distribuidos en 52 grupos considera que “a pie de calle” la cifra presumiblemente no llega a los 2.000. El resto se reparte entre secretarías, mecánicos, armeros...
Su cometido está relacionado con los casos de prevención y de peligro inminente o de grave alteración de la seguridad ciudadana: ultras de fútbol, eventos multitudinarios de alto riesgo, protestas, manifestaciones, desalojo de viviendas... Trabajos de alto riesgo en horas intempestivas que, a fin de mes, se traduce en una nómina que, de media, ronda los 2.300 o los 2.500 euros, variando en función de trienios o de la antigüedad.
“Se nos asocia a la imagen de los palos, pero en el 99% de nuestras intervenciones no usamos la fuerza”, asegura Iván. “A nadie le gusta la violencia y los que estamos aquí lo hacemos por vocación”, añade, al mismo tiempo que detalla “las dificultades” que supone la incorporación a esta unidad: un examen, el reconocimiento médico, las pruebas físicas y el test psicológico. “Todos recordamos Linares”, apunta Iván. Se refiere al Centro de Prácticas Operativas de la Policía Nacional en donde, en mes, se exprime a los aspirantes y se pone a prueba todas sus capacidades. Tres de cada diez no superan el desafío.
Llama la atención su vestimenta, especial para su trabajo: espinilleras y protección en las rodillas; equipo antitrauma que protege el pecho; hombros hasta la altura de los codos, coderas y antebrazos. Unos llevan escudos; otros, las bocachas, escopetas con las que se proyectan bombas de humo o pelotas de gomas. Defensa reglamentaria y, por supuesto, el casco de protección. “En una misma manifestación nos podemos enfrentar juntas a radicales de extrema izquierda o extrema derecha, o a miembros de los CDR en Cataluña, algaradas en Barcelona alimentadas por el separatismo o neonazis en el corazón de Madrid. Es imposible distinguirlos”, afirma. “La misma estética, las mismas tácticas y las mismas ganas de juerga”.
Su trabajo está marcado por el riesgo. Sólo en una noche de ayer la cifra de asistente fue muy superior a la de los últimos días en que se venían concentrando unas 1.200 personas. Entre los concentrados figuraba el dirigente de Vox Javier Ortega Smith, jaleado con gritos de “Ortega, Ortega”, y que en algunos momentos se situó en las primeras filas. Al filo de la medianoche, después de que arreciara el lanzamiento de objetos (bengalas, botellas, botes de humo y de pintura, petardos, pelotas de golf…), los “antidisturbios” comenzaron con las cargas para dispersar a los manifestantes. La noche se saldó con al menos diez detenidos y cinco heridos leves, según ha informado la Delegación del Gobierno.
Es habitual que los antidisturbios reciban citaciones para declarar, casi siempre como testigos, pero algunas veces como investigados, por las intervenciones en las que participan. Cada uno de ellos tiene un número identificativo a la espalda, personal e intransferible. Y, en caso de investigación judicial, se les reconoce y se solicita su colaboración. “¿Qué quién nos defiende en los tribunales?”, reflexiona Iván: “Nadie” desliza entre risas. “Son los sindicatos o los abogados particulares que contratemos... Casi todos estamos afiliados por esta razón”. Iván destaca la principal virtud a la que se debe un antidisturbios, la “sangre fría”: “Son escenarios calientes donde tienes que mantener la templanza”. Y concluye: “Sea donde sea, esa es nuestra misión, hay que ser muy imparcial".