En sentido estricto, una película de culto puede ser cualquiera, solo necesita un espectador amante. Puede decirse, incluso, que el simple ejercicio de la cinefilia consiste en investir “culto” a las películas. Es difícil establecer límites a una condición otorgada por el infinito receptor. A diferencia de los géneros cinematográficos que se manifiestan a través de las cualidades que transfieren a sus descendencias, el “cine de culto” es una nebulosa que, desde que existe el cine, ha orbitado a los espectadores. Es decir, en el nacimiento de un “filme de culto”, la realización de la película es solamente un punto de partida, muchas veces tiros al aire de sus creadores, pero luego de años o décadas de fricción con los tiempos es como se le otorgará, o no, dicho estatus. Quizá todavía aguardan en el pasado, películas de futuro culto.
Fotograma de "Saló o las 120 jornadas de Sodoma" (1975)
Para caracterizar un estatus tan elusivo, habría que preguntarse más bien en qué se asemejan las hoy reconocidas como películas de culto. Intentaré describir la anatomía de un film de culto:
VisiónPelículas de mala nota. Propensión por la transgresión en todas sus formas, ya sea por audacia o por descuido. Mientras más difícil sea clasificarla, compararla con otras cintas, juzgarla como “buena” o “mala”, mejores posibilidades tendrá de devenir en culto. A los ojos suelen rebelarse como piezas desconcertantes, exigentes y hasta agotadoras. Recuerden la velocidad furiosa de “Tetsuo, el hombre de hierro”, el clima angustiante de “Erasearhead” o el grandilocuente hermetismo de “2001: A Space Odyssey”. Algunas se aventuran por caminos por los que solamente ellas transitarán (como la coprofagia en “Pink Flamingos” o la necrofilia de “Necroromantic”), otras son orgias de símbolos de delicado uso social (“El topo”), otras pastiches nostálgicos que evocan al cine de tiempos idos (por ejemplo, el efusivo homenaje a las viejas cintas de ciencia ficción que rinde “The Rocky Horror Picture Show”).
Ir más allá de lo que está aceptado ilustrar en una pantalla, suele estar entre las pretensiones de un “film de culto”. No en vano muchas de estas cintas participan del llamado género de horror y no sería extraño que fuera una “película de culto” la que te causó la peor nausea visualmente provocada (evoquen “Cannibal Holocaust”, por citar solo una).
Fotograma de "Nekromantik" (1987) GustoLas películas de culto deben tener “appel“, un no-se-qué encantador. No, no es la misma admiración que podemos sentir por “El padrino”. Ellas se quedan fijas en la memoria de otra manera. Muchas veces este encanto es incluso contrario a lo que pretendían sus autores. Por ejemplo, las viejas cintas de “higiene social” de los años 30 en las que se pretendía alertar sobre lo perjudicial de la marihuana, la vida libertina o la homosexualidad. Por su divertida caducidad son ahora títulos básicos de la videoteca del activista o del “stoner”.
La extrema torpeza también se traduce en atracción. Es valorado el descalabro artístico y técnico de cintas de Ciencia Ficción de los años 50 (“Robot Monster”, por decir solo una) y por lo mismo son de culto las filmografías de Ed Wood, Herschell Gordon Lewis o Russ Meyer. Otras veces es su espíritu rebelde lo que nos atrae de ellas (“A clockwork orange” o “Easyrider”). Las películas de culto tienen ese poder por el que no es necesario volver a verlas siempre en su integridad, sus fragmentos suelen ser capaces de remitirnos a la magia del todo.
Fotograma de "Robot Monster" (1953)
Intención Al parecer muchas películas de culto son impulsadas por la intención de ir a contracorriente. Es frecuente encontrar tras ellas historias de directores jóvenes que soportaron un camino azaroso antes de verlas terminadas. Y todo para que después la censura se encargara de sabotearlas. Cuando una película enfrenta algún grado de prohibición oficial, es muy probable que gane un lugar en los altares de la cinefilia porvenir. Más aún si la película es percibida después como un atentado brillante contra el mundo que la persiguió. Podemos creer que la película irreverente finalmente triunfa, pero no es así. Según el crítico Mark Jancovich, el mainstream, contra el cual reaccionó, tampoco es monolítico.Igual de cambiante como su oposición, el mainstream eventualmente acogerá estas cintas, antes marginales ahora objetos curiosos. Así su cualidad de “oposición” funciona también como un distintivo para que el consumidor de cine identifique a las llamadas “películas de culto” y sepa que está accediendo a un producto que se distingue del tipo de cine “más normal”. El “cine de culto” es también una clasificación para el consumo.
Mientras ciertas películas de culto son apreciadas por los cinéfilos como auténticos ejemplos de libertad artística y política, hay muchas otras que reciben afecto justamente por su aparatoso fracaso en su intento de emular al cine convencional de la época. Películas que son valoradas por lo fácil que nos resulta ahora reírnos de ellas. Sin embargo, a fuerza de amontonar estereotipos, la “mala película” revela el convencionalismo de las normas del mainstream. Celebrar la “mala película” es una forma de mofarse de la norma.
Fotograma de "Blood feast" (1963)
Digestión Ahora bien, como el nombre sugiere, estas películas deberían estar vinculadas a la práctica de algún tipo de culto. Sabemos que, en su definición clásica, “culto” se relacionada con rituales y creencias religiosas. En este sentido, uno de los padres de la sociología, Emile Durkheim, diferenciaba entre cultos de “prohibición” (ayunos, abstinencias, ascetismo) y de “exhibición” (sacrificios, misas, lutos). Vemos que en el “cine de culto” también hay evidencia de ambos tipos. Ejemplo notable de “exhibición” es el culto a “Rocky Horror Picture Show” cuyos seguidores asisten disfrazados a las proyecciones y realizan una serie de actos en momentos precisos del film. Otros ejemplos son los cultos multitudinarios a películas como “Star Wars”, “Lord of the Rings” o “Harry Potter” quienes no solo tienen fans excéntricos sino toda una red de veneración que incluye convenciones, coleccionismo o maratónicas proyecciones. Aunque hay que reconocer que estos cultos reciben un gran impulso mediante fuertes inversiones en publicidad y merchandising, un privilegio que no suele tener la mayoría de “películas de culto”, más bien ignoradas por el público y la crítica en un principio.
También encontramos ejemplos del culto de “prohibición”. Ciertas películas representan un refugio para quien desea apartarse, para quien disfruta de propuestas cinematográficas muy particulares, alejadas del buen gusto, para quien reniega de los esquematismos de Hollywood o quien desprecia el academicismo y perfeccionismo en el cine. Sin embargo, también ellos gustan de celebrar experiencias colectivas, aunque más introvertidas pero con un alto aprecio del “formar parte” y “estar ahí”. Por ejemplo, las funciones de medianoche en cine clubs, los festivales alternativos o las amanecidas con amigos para ver la versión completa de alguna cinta adorada.
Todo culto implica cierto compromiso y pertenencia. Una película de culto no puede ser una moda, es una “comunidad imaginaria”. Antes eran las revistas y los cineclubs, actualmente es el ciberespacio donde estas comunidades se encuentrany propagan el culto hacia los “no iniciados”. Los seguidores de “Rocky Horror Picture Show” les llaman “vírgenes”.
Fotograma de "Rocky Horror Picture Show" (1975)
Estatus Son diversas las maneras en que una película puede alcanzar el estatus “de culto” incluso la casualidad y la desgracia pueden ser determinantes. Si la producción de una película estuvo plagada de accidentes o infortunios, si incluso cobró vidas, es muy probable que aquella cinta sobreviva y sea visitada con fascinación. Tenemos el ejemplo de “El cuervo” en cuya realización su protagonista, Brando Lee, murió abaleado accidentalmente. Esta desgracia, naturalmente, lo convirtió en mito. Sin tragedia pero no menos fortuita fue la realización de “Casablanca”, improvisada y sin las menores expectativas, pero hoy es una cinta considerada entre los principales clásicos del cine estadounidense. Incluso dentro de filmografías de directores respetados por su pulcritud y perfeccionismo, aquellas cintas donde el azar terminó imponiéndose, son las llamadas a convertirse en culto. Por ejemplo, “The Magnificent Ambersons” de Orson Welles, que sufrió torpes modificaciones por parte de sus productores y a pesar de ello prevaleció.
El estatus “de culto” muchas veces se gana con frivolidad y morbo. A veces el principal factor de interés está en su relación con realizadores o actores que llevaron vidas autodestructivas o soportaron la gloria perdida, el éxito esquivo, la sexualidad reprimida o la muerte temprana.
El contraste cultural también es un factor. Hay películas que en su contexto original no parecen extraordinarias, pero que trasplantadas a otras culturas gozan de un interés inusitado. Por ejemplo, las películas de El Santo, concebidas como cintas básicas para el consumo popular, que en Europa son consideradas entre las más altas expresiones de lo kitsh. En esta línea tenemos en nuestro medio la fascinación por cierto cine ultraviolento proveniente de Corea o Japón, o por el melodrama extremo de cierto cine de La India.
Los tabús de una cultura también son influyentes. Muchas veces herir sensibilidades es la mayor virtud que puede tener una película de culto. En su momento pueden haberse presentado como intentos de problematizar sobre los temas delicados que abordaban, un reto al espectador a encarar un espectáculo realista y adulto, pero la mayoría de veces se trataba de maniobras sensacionalistas que terminan incluso reforzando dichos tabús. Mal que bien aquellas cintas con fuertes ingredientes de misoginia, crueldad contra los animales, racismo, machismo, violencia gráfica de diverso tipo, no son olvidadas fácilmente y en eso contribuyó la persecución oficial que pudo haber recaído sobre ellas.
Como hemos visto, el cine de culto es ese cúmulo sin límites claros que se aparta pero a la vez se nutre del cine masivo. Sin embargo, el consumidor iniciado suele intentar poner orden en este caos. Un rasgo típico del fan del cine de culto es emitir reseñas y listas. Casi todos los sitios web dedicados al tema inciden en esta “listmania”, que no ocultan su subjetividad y su afán lúdico, pero que son intentos de caracterizar un canon alternativo de cine, un “paracinema”.
"La Tetona de Fellini" husmea entre cintas curiosas,
clásicos recónditos, films perseguidos.
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