When you were here before
I couldn’t look you in the eye
You’re just like an angel
Your skin makes me cry…
Han pasado 16 años desde «Creep» de Radiohead y 16 meses sin volver a escucharla y cantarla contigo. Ya no me siento especial, pero tampoco un bicho raro. Sigo fumando crack, eso no ha cambiado. En el fondo nada ha cambiado, en la superficie todo es distinto.
Sigo viviendo en Liverpool. En distinto apartamento, con distintas malas compañías. Sin ti conmigo. Con el bajo debajo de la cama. 16 meses sin tocar un acorde. 16 veces a punto de morir. 16 disparos retumban en mi cabeza y ninguno me mata del todo.
Recuerdo con nitidez, entre esta penumbra, cuando me cambié de apartamento. Tú te marchabas, yo me llevé sólo un puñado de ropa, mi bajo y todos los recuerdos para no olvidarte.
Por eso no podía creerlo cuando me dijiste que volverías, salté encima de la cama como una loca y me dejé caer de espaldas con una sonrisa. “Llegaré el viernes”, me dijiste y al terminar la llamada mi corazón quería estallar de felicidad. Me moría de ganas de abrazarte, besarte, visitar nuestros garitos preferidos, beber contigo hasta altas horas de la madrugada y hacer de nuevo el amor, en mi cama; ponernos de crack hasta arriba, follar en la encimera, corrernos toda la noche.
Echamos a suertes quien conduciría de regreso, entre risas, pensando más en los controles de alcoholemia que en nuestra propia borrachera. Siempre lo habíamos hecho así y nunca había pasado nada. Nos gustaba jugar a la ruleta rusa, vivir al límite, acariciar la muerte. Llovía. Era una noche gris como otra cualquiera de Liverpool. Las calles olían a vacío. Solo retumbaba en nuestros oídos la música del concierto.
Respiro. Abro los ojos. Demasiadas luces. Estoy en quirófano de nuevo. No sé cómo he llegado aquí, ni quien me ha traído. Quiero no despertar. Quiero quedarme en el fondo contigo.
Me han extirpado el bazo, estoy conectada a una máquina que me ayuda a respirar y no sé si quiero despertar. En mi cabeza suena sin cesar “Stupid car”, la misma canción que cantábamos cuando nos salimos del carril en la curva y el coche empezó a dar vueltas sin parar.
Te vi sangrar, pronuncié tu nombre entre signos de interrogación: «¿Pablo?» y me desmayé. No he vuelto a saber nada de ti desde entonces. Me niego a abrir los ojos porque no soportaría saber que has muerto, aunque quizá estás vivo y es tu mano la que acaricia con dulzura la mía todas las tardes.
Ahora no conduzco yo, no venimos de un concierto, no he fumado. No estoy en una burbuja de plástico como en «No surprises», estoy en el jardín de música de Radiohead, tu voz suena para mí. Me quedo. No me voy. Cierro con fuerza los ojos.
No sé si me hablas o sueño con tu voz. No sé si estás o has desaparecido. No sé si me has acariciado la mano o es sólo un recuerdo. No sé si estoy, me he ido o quiero marcharme. Temo abrir los ojos y encontrarme con la verdad.
Creo recordar que adorabas que tocara la guitarra desnuda y después me hacías el amor como si bailáramos juntos. Debo admitir que nunca nadie, después de ti, consiguió sacarme a a bailar entre las sábanas. ¿Por qué tuviste que marcharte? ¿Por qué no te quedaste para siempre conmigo? ¿Por qué fuimos a ese puto concierto? ¿Por qué me empeñé en conducir yo aunque te tocó a ti? ¿Por qué fui tan cabezota?
Han pasado los meses y atrás queda agosto de 2008, ya no necesito respiración artificial. Me muevo ligeramente en la cama del hospital. Ahora escucho las voces de las enfermeras, los médicos, mi madre, mi hermana, tu hermano, tus padres no han venido a verme. No me perdonan, no me perdono.
Muchas cosas se han quedado de ti en mí, de sus canciones para castigarme. He perdido el habla y no encuentro mejor forma de no despedirme nunca de ti.
(Silent, Silent )
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