Siempre me gustaron los pueblos y ciudades. También me gusta mucho la naturaleza y la vida al aire libre, pero la geografía urbana hizo que mire los asentamientos de población desde una mirada distinta. No puedo evitarlo. Llego a una ciudad o pueblo y, en pocos minutos, le saco una especie de radiografía. Creo que voy a crear una nueva carrera que te otorgue el título de “Radióloga de ciudades”. A veces me puedo confundir con la lectura de la radiografía, pero dicen que la primera impresión es la que cuenta.
Y la primera impresión de Durban fue “rara”. No quiero decir “mala”, porque no fue mala en sí misma, pero fue “rara”. Durban es una ciudad que no me inspiró. Iba caminado por sus calles y manejando por sus avenidas y autopistas y no podía inspirarme. No sé por qué. No me inspiró para sacar fotos en su momento, ni para escribir ahora. Casi siempre me pasa que apenas piso un lugar tengo ganas de fotografiarlo. No fue el caso con Durban. Voy a tratar de explicarlo.
Llegamos a Durban a dedo desde el sur de Mozambique. Para eso nos subimos a cuatro vehículos. El último fue el de un chico que nos dejó en el aeropuerto inaugurado para el mundial de fútbol de 2010, llamado King Shaka. Herman, el cura colombiano que nos alojó en su casa durante varios días, nos fue a buscar hasta allá. Mientras viajábamos hasta su casa yo miraba atenta por la ventanilla del auto. Algunas imágenes se repetían, ya las había visto en Johhanesburgo y no me gustaban.
Muchas autopistas, muchos barrios como los que en Argentina llamamos “barrios cerrados” (pero en este caso no siempre están “cerrados”), muchas alarmas, muchas rejas electrificadas, mucha diferencia entre los barrios donde viven los negros y donde viven los blancos, muchos centros comerciales y poco transporte público. Esa fue mi primera impresión. La misma que me dio Johhanesburgo (o Joburg, como la llaman acá).
En este tipo de ciudades es muy difícil moverte si no tenés un auto. Todo está pensado para que te desplaces en tu automóvil. En este sentido, son como “ciudades de videojuegos”, de esos juegos de carrera en los que tenés que elegir el circuito para correr. Una opción podría ser elegir el circuito de Durban o el de Joburg.
Además, los transportes públicos son malos y pocos. En ellos es muy difícil ver a un blanco. Casi todos los blancos tienen auto y casi todos los negros no lo tienen. Por eso, parece que las ciudades estuvieran pensadas para que los blancos salgan en auto de sus lindas casas en algún barrio alrededor del centro, se dirijan por las autopistas a los centros comerciales donde pueden encontrar todos los productos y servicios que necesitan y vuelvan a su casa sin necesidad de tener que pasar por el centro de la ciudad. El centro, ese lugar reservado para los blancos durante el Apartheid, ahora es de los negros. Es muy raro ver a los blancos caminando por allí. Se produjo el movimiento migratorio inverso: los blancos se fueron del centro y llegaron los negros. Este proceso ocurrió más en Joburg que en Durban. Pero eso se los contaré mejor en otro post, ya que en Johhanesburgo es mucho más palpable esa diferencia racial en la ciudad.
Durban, a diferencia de Joburg, tiene la ventaja de tener mar. Mejor dicho, la ciudad fue creciendo a orillas del mar debido a la actividad de su puerto. El puerto de Durban es uno de los más importantes de África. El hecho de tener mar y puerto hizo que la ciudad adquiriera otra fisonomía y otra relevancia turística.
Llegar dos años después de un gran evento deportivo
Parece que los mundiales de fútbol o los juegos olímpicos no solo generan miles de millones de dólares de ganancia para las empresas que los organizan, los equipos y la FIFA, sino que además activan la renovación de las ciudades en los que se llevan a cabo. Un evento tan grande no puede ser improvisado. Una ciudad que recibe millones de personas debe estar preparada para que esa masa de gente se desplace, coma y duerma sin problemas. Así es que cada vez que se anuncia la realización de un mundial o de los juegos olímpicos en un país, varias de sus ciudades cambiarán, inevitablemente, su fisonomía. Esto es lo que vimos cuando llegamos a Beijing, dos años después de los juegos olímpicos, y lo que percibimos en Durban, también dos años después, pero del mundial.
(¡¡Vamos a tratar de llegar en fecha para el del 2014!!). Uno de los sectores que más cambió fue la costanera. Según nos contaron, la renovación de la zona costera fue total. Unos pescadores peruanos que estaban varados en el puerto por un litigio con los dueños del barco en el que trabajaron nos contaron que antes del mundial era casi imposible salir del barco y llegar al centro de la ciudad por la costanera. Era muy peligroso y siempre pasaba algo malo. En cambio, ahora es un paseo costero muy lindo. No solo se remodelaron los edificios existentes, sino que se construyeron locales y hoteles y se instalaron atractivos turísticos, como ferias y parques de diversiones. Los fines de semana es el paseo típico de las familias y los amigos.
El mar, también es un atractivo para los que hacen surf o practican algún deporte acuático. El agua suele estar bastante fría, pero la gente se mete igual.
Algunas fotos del paseo por la costanera, totalmente renovada.
El estadio de fútbol que se inauguró para el mundial. En la actualidad, debido a que casi no se utiliza, se puede subir a su “arco”, observar la ciudad y hacer bangee jumping. El problema es que el fútbol no es el deporte más popular y el campo de juego no tiene las medidas para usarlo como estadio de rugby.
Un día decidimos ir a hacer magia a la costanera, pero el viento era tan fuerte que preferimos vender imanes.
El paseo costero es un interesante lugar para observar la fisonomía social de la ciudad. Así como en los últimos años hubo un cambio en la fisonomía urbana también lo hubo en la social. Durban se convirtió (hace ya algunas décadas) en el lugar del país donde se instalaron la mayor cantidad de inmigrantes árabes e indios. Nunca vimos tantas personas árabes e indias en las ciudades africanas como en Durban.
Durban tiene más de 35 millones de habitantes y esto la convierte en la tercera ciudad más grande del país. Es obvio que en una semana es casi imposible conocer una ciudad de este tamaño en su totalidad, por eso, mis impresiones son subjetivas y parciales, pero es sobre lo que puedo contarles.
También es verdad que nosotros nos dedicamos a pasear poco por el centro de la ciudad donde se pueden visitar algunos atractivos turísticos como museos, galerías de arte, uno de los centros de convenciones más importantes de África, complejos turísticos artdecó y hoteles de lujo con playas privadas. Además, la ciudad cuenta con un barrio indio muy ajetreado (en el que se puede saborear la riquísima comida india) y una zona de bares y restaurantes al estilo “0ccidental” donde todas las noches se convierte en el centro de la movida nocturna de la ciudad.
Leyendo este último párrafo pienso que no es tan mala la impresión que me dio la ciudad. Bueno, por eso les dije que era “rara” y no “mala”. Creo que lo que menos me gustó es esa segregación social y espacial entre negros y blancos, esa sensación de que el Apartheid no terminó y esa imposibilidad de desplazarme por toda la ciudad en transporte público. Vamos a esperar un poco más para otorgarme el título de “radióloga de ciudades”.
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