Era miércoles y se disputaba un partido de la ronda previa de la Champions League, en concreto, el que disputarían FK Sarajevo y Lech Poznań al caer la tarde y su respectivo bochorno. Típico encuentro por el que el espectador neutral no mostraría si quiera un interés nulo. Pero en mi moderno y virtual calendario futbolístico veraniego, se manifestaba ataviado de un tinte rojo apagado -color de la zamarra del FK Sarajevo- y todo parecía que aquella tarde haría de placebo para paliar mi deseo por ver rodar el esférico en las praderas de más altura. Lo marqué con convicción y sin un motivo futbolístico, pero mí naturaleza me indicaba que algo sorprendente me depararía. Bueno, sí había una causa, ya que sería mi estreno en el fútbol bosnioherzegovino, que al fin y al cabo, no dista en exceso del que se contempla en el resto de la península balcánica en cuanto a pasión y tradición.
Sin tener un cuantioso conocimiento previo de los hombres que saltarían al verde de un engalanado escenario como es el Asim Ferhatović Hase -leyenda del club Bordo-Bijeli- de Košovo, me adentraría en un enlace misterioso con el que visualizar el encuentro, relatado, eso si, en un idioma que aún desconozco. Parecía inútil prestar atención a algo que no se comprende, pero aquí afloraba el instinto de supervivencia, los dorsales apenas se diferenciaban con la definición de la trasmisión y no quería zanjar el día con molestias en mi esférica mollera después de forzar la vista.
Tras superar el ecuador de una primera mitad en el que los locales proponían y los visitantes respondían, hubo dos nombres que rondaron mis oídos en varias ocasiones. Se trataba de Samir Radovac y Gojko Cimirot, ambos pertenecientes al FK Sarajevo y de una temprana edad. Eso sí, cabe comentar que el primero era entonado con mayor entusiasmo por parte del relator forastero. En un principio no quise ponerme en busca de ambos nombres a pesar de su influencia en el juego. Quise pensar -y pensé- que era un espejismo provocado por la sopor del encuentro y un hallazgo debido a que ambos comparten medular, zona con un tránsito considerable de balón, era normal que rozasen el cuero más veces que el resto, pensé. Concluí con que entraba dentro de lo normal. Pero la normalidad apenas pervivió segundos, hasta la siguiente jugada, en la que Samir agarró el balón y se despojó de tres rivales de una galopada culminando con un pase que penetró la zaga polaca con un desenlace que no estuvo a la altura de su acción. Situación que pasaría a ser ordinaria en el transcurso del partido.
Este sería el punto de inflexión, allí supe que eran diferentes, coincidía con el descanso, el tanto del Lech Poznań y su merecido refrigerio. Decidí perseguir con mis ojos a Samir en cada movimiento. Y acerté, a partir de aquí visualizaría el encuentro con frenesí. Daría paso a la segunda mitad.
En un principio llegué a pensar que su lugar natural sería la zona del '10', pero Samir, con el 88 a la espalda era algo más que un potente tren inferior y conducciones vertiginosas, también robaba con éxito el esférico. Lo tenía todo. Al otro costado de la medular, con una mirada afín y luciendo la 59 de los bosnios, se encontraba Gojko, tenía las ideas cristalinas, éstas consistían tanto en rescatar el esférico del poder ajeno, como de hacerlo circular con criterio. O lo que es lo mismo, cederlo a Samir Radovac. Cimirot siempre estaba ahí y pocos le miraban. Ambos formaban una pareja envidiable y conseguían pasear con el esférico atado a su ser hasta las inmediaciones del área rival, donde sus compañeros lo harían naufragar en la intimidad del mismo, zona que parecía estar flanqueada por tiburones.
Samir era el bastón y Cimirot era el abrigo del balón, la razón de su esfuerzo. Nada de esto sirvió. En ambos encuentros fueron anegados por las fuerzas rivales que hicieron tambalear en algunos suspiros de partido. Tras relatar esta curiosa experiencia, expreso mi deseo de que en un futuro no muy lejano, este reciente noviazgo pasee por las praderas con la zamarra de Bosnia. Cimirot ya lo hizo, mientras aguarda un trozo de medular para su pareja de ceremonias; Samir Radovac.
Esperemos que este paseo no termine aquí. Quizás estemos hablando de unas estrellas nacientes. Quizás no. Quizás sea el efecto placebo del verano. Quién sabe. El destino decidirá y el forastero narrador nos lo contará. Por si las moscas, yo ya los he anotado.