El presidente de Ecuador, Rafael Correa, se ha declarado contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo y al aborto. Todo en el mismo saco. Estas declaraciones las ha efectuado como mandatario de un país, no a título personal. Sin embargo, a la hora de razonar su oposición a ambas posibilidades no ha aducido motivos políticos, filosóficos, coyunturales… no. El presidente de Ecuador dice que se opondrá con todas sus fuerzas a matrimonio entre personas del mismo sexo y a aborto “porque soy católico practicante”.
A mí me parece muy bien que el señor presidente sea católico practicante, católico ATS, católico obstetra o lo que sea menester. Lógicamente, a título personal puede tener todas las creencias en un pack o no tener ninguna. Lo que no me parece lógico, coherente, razonable ni deseable es que un presidente, en unas declaraciones públicas, haga confesión de fe. También me parece natural y lógico que, políticamente, se oponga a unas cosas y apueste por otras. Ahora bien, decir que se opondrá a lo anterior por ser católico practicante es rezar el credo.
A la ciudadanía no le interesan las creencias de sus representantes políticos, sino que estos sean honestos, claros, dignos… Cuando un presidente, como ha hecho Rafael Correa, esgrime la fe como arma política, eso se llama teocracia. Ya sabe Ecuador qué es lo que a su presidente le importa: no la felicidad, el progreso y la buena marcha de su país, sino defender su fe. Lo que ha hecho Correa con sus declaraciones no ha sido otra cosa que aplicar otra carga de profundidad contra la necesaria separación Estado-iglesias, y retrasar el laicismo un siglo más.
Que obren en consecuencia.
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