Entre los muchos escritos que hoy aparecen en los medios glosando las tareas que esperan al Papa que surja del Cónclave que hoy comienza, el que ofrece Rafael Navarro-Valls (ver artículo completo en El Confidencial) resume bien tres desafíos con los que se va a encontrar, y que en síntesis son éstos:
Es una perspectiva interesante, porque de hecho implica -no sólo al próximo Pontífice- sino a todos y cada uno los católicos.-- El primer desafío para el nuevo Papa sea el de lograr elevar la temperatura espiritual de los aproximadamente 1.200 millones de católicos dispersos por todo el mundo.
- En esa tarea de potenciar “las capacidades morales” de la Iglesia, el Papa que salga elegido habrá de desplegar una vasta tarea pastoral entre sus fieles.
-- El segundo desafío requerirá de una gran fortaleza para sacar a los creyentes del temor a entrar en el juego de la libre concurrencia de las ideas y los valores morales, que suele decidirse más allá de los refugios de la decencia moral.
- Debe lograr sacarlo de esa posición de repliegue sobre sí, que se llama la “enfermedad del absentismo”, encerrándose en su torre de marfil, ajeno e indiferente a las ambiciones, incertidumbres y perplejidades de sus contemporáneos, mientras la gran sociedad sigue su curso.
-- El tercer desafío es geográfico. El nuevo Papa no podrá ser eurocéntrico, sino mundocéntrico.
- Desde luego tendrá en cuenta el potencial que suponen las raíces cristianas de Europa, pero sin olvidar que el futuro del cristianismo está en otros continentes.