Revista Libros
Rafael Sánchez Ferlosio. El escudo de Jotán
Publicado el 19 octubre 2015 por Santosdominguez @LecturaLectoresRafael Sánchez Ferlosio.El escudo de Jotán.Cuentos reunidos.Debolsillo. Barcelona, 2015.
Los demás jotanenses fueron muertos donde fueron hallados, en el campamento, en la ciudad, en el oasis, huyendo hacia el desierto, hacia el camino de Pamir, a lanza, a sable, a daga, sin que importase el cómo. Sólo al ajusticiado mandó el emperador que lo sacasen del asaetamiento, para que le fuese dada aquella misma muerte que había hecho simulación de recibir. Y por eso el escudo que el emperador les concedió a los gobernadores chinos de Jotán representa una vara vertical de cuya punta cuelgan dos cabezas de idénticas facciones, anudadas por la cabellera, y con un cuervo posado en una de ellas comiéndole los ojos a la otra.
Con ese final memorable se cierra El escudo de Jotán, un relato central en la narrativa breve de Rafael Sánchez Ferlosio. Por eso se ha elegido ese título como bandera de la reunión de cuentos que acaba de publicar Debolsillo.
Descartados algunos relatos iniciales y titubeantes de un autor que se acercó al género de forma esporádica, se recogen en este volumen ocho relatos breves organizados cronológicamente.
Los dos primeros –Dientes, pólvora, febrero, Y el corazón caliente-, que aparecieron hace casi medio siglo, en abril y mayo de 1956, a partir de 1961 formaron parte de algunas ediciones de Alfanhui, aunque poco tienen en común con aquella novela cinco años anterior.
Huía en ellos de la calidad de página, de una prosa que podía convertirse en un elemento antinarrativo si ocupaba el primer plano. Buscaba lo que podríamos llamar un estilo invisible, con un tono próximo al de la narración oral y una mirada objetivista semejante a la que había proyectado en su escritura para diseñar El Jarama.
Muchos años después, en 1980, aparece El escudo de Jotán, coetáneo de su Historia de las guerras barcialeas. Una reflexión sobre la brutalidad del poder en un relato que mezcla solemnidad e ironía y responde, como señalan los editores en la nota inicial, al modelo del apólogo kafkiano, pues su voz narrativa y su mirada son similares a los de textos como los de La gran muralla china.
Ferlosio no quiso incluir El huésped de las nieves en El geco, en donde aparecieron siete de los ocho cuentos de este volumen. Destinado a una colección juvenil, acabó manifestando una cierta desafección hacia ese relato que consideró malogrado por el desfase que había entre el público adolescente al que se dirigía y el lenguaje que utiliza.
Como El escudo de Jotán, El reincidente tiene un tono parabólico de apólogo kafkiano que ha permitido incluir esos dos textos en recopilaciones de artículos y ensayos y en un volumen de pecios, aunque Ferlosio los ha dejado fuera de la última y definitiva recopilación, Campo de retamas.
Con un toque fantástico, Plata y ónix es un relato sobre el contraste entre el tiempo consuntivo y el tiempo adquisitivo -bienes y valores- que el autor ha tratado en su obra ensayística y en sus artículos, mientras que Cuatro colegas ilustra narrativamente otra idea que Ferlosio ha expresado en algún pecio: la antipatía que le producen los simpáticos y la simpatía que le despiertan los antipáticos.
Como en Dientes, pólvora, febrero, como en El reincidente, en Carta de provincias se trata de la cacería de un lobo desde la perspectiva de una mujer que da noticias a un hijo de la presencia de un lobo en el mismo pueblo en que se situaba el primero de esos textos.
De esa manera, al volver a abordar la relación conflictiva entre el hombre y la naturaleza que recorre gran parte de su obra, y al evocar en este último relato situaciones que habían aparecido en el primero, se cierra el círculo de los relatos de Ferlosio en esta edición que supone la fijación definitiva del corpus narrativo breve, porque reúne -explican los editores- la suma más neta, cabal y completa de la narrativa breve de Ferlosio, entendiendo por tal aquella que en la actualidad el autor suscribe y reconoce como propia.
Santos Domínguez