Revista Cultura y Ocio

Rafael Soler. "Necesito una isla grande"

Publicado el 23 marzo 2020 por Juancarlos53

Hace exactamente un año que leí con mucho agrado la novela de Rafael Soler "El último gin tónic" [leer la reseña ]. Casualidad ha sido que al año justo haya leído la última de sus obras en prosa, "Necesito una isla grande" , que me ha gustado también muchísimo.

Rafael Soler.
Esta vez el escritor valenciano sitúa su historia en una Residencia de ancianos dirigida con dictatorial mano de hierro por Asunción, gobernanta de la misma. Un grupo de residentes ( Panocha, Pulga, Tomás, Coronel, Rocky y Carmina) constituyen la Resistencia a las rutinas e ignominias a las que por el mero hecho de ser mayores se ven sometidos: sopa de fideos, puré de verduras, agua por toda bebida, etc. En verdad ellos, pese a su edad avanzada, quieren hacer realidad el dicho de Panocha respecto a que " la vida había que vivirla a la manera de los cuerdos de atar ", al extremo de que bajo la dirección de Tomás forman parte del grupo teatral de la Institución, del que Carmina es su secretaria, porque a ella le gusta muchísimo escribir relatos. El Comandante en jefe, la jefatura de este grupo disidente está a cargo de Panocha cuyo nombre real como no podía ser de otro modo en una pandilla ácrata es Liberto.

Por su edad estos seres se saben cercanos a la puerta de Salida. A veces, como a todos, claro, se les olvida, pero la vida cotidiana en la Residencia ya se encarga de recordárselo unas veces en forma de fallecimientos de vecinos como Cosme, a quien su cuidadora, Belén -una sudamericana-, lo encuentra un día muerto en su cuarto; y otras veces porque quienes marchan definitivamente son amigos próximos como le sucedió a Tomás con Pulga. Así arranca este relato, con Pulga en el suelo abandonando este mundo. Los cinco amigos restantes deciden abandonar la Residencia y disfrutar lo poco de vida que les reste como auténticos ' cuerdos de atar '. Un dinero sobrevenido será el impulso que necesitaban.

Como los ancianos de la novela del finlandés Arto Paasilinna, "Delicioso suicidio en grupo", diríase que los amigos de Pulga han decidido afrontar el final por sí mismos gozando de placeres que ya tenían olvidados en sus malas cabezas. Para ello emprenden un viaje físico e interior en una furgoneta vieja, tan deteriorada como ellos mismos, al estilo de los antiguos hippies que fueron. Naturalmente buscan el mar, ese mar a donde van a parar todos los ríos, todas las vidas. Quizás, piensa Tomás, allí encuentre esa isla grande que nunca tuvo y que por pequeña le lastró su vida. Disfrutan en el trayecto de la buena mesa, el alcohol, el juego e incluso el sexo; y también, de manera natural, el grupo se va viendo diezmado. Testimonio de este desastre vital, de este desgaire, deja escrito Carmina que en sus relatos sublima la penosa realidad y la eleva a categoría estética.

Al tiempo que se desarrolla la peripecia de los mayores, en paralelo está la de unos personajes adultos pero más jóvenes que los residentes. Son Julián, hijo de Tomás, que junto a su compañero Pablo tiene un programa radiofónico de madrugada en el que a raíz de una historia los oyentes participan opinando y aportando ideas. Pero la sesera, parece, se le está secando a Julián. El programa, sus historias, están agotadas, necesita nuevas remesas; por ello, junto a Cris, una joven estudiante de sociología que ha conocido recientemente, decide acompañar a este grupo de ancianos libertarios en su escapada.

Rafael Soler.

La novela, formada por 28 capítulos divididos algunos de ellos en varias secuencias, tiene mucho de tratamiento cinematográfico. Mediante el procedimiento del flash back vamos conociendo momentos vitales de los personajes. Muchas de estas vueltas atrás aparecen literaturizadas en los relatos que escribe Carmina, la cabeza mejor amueblada de todos. Es a través de todos estos retornos que vemos a unos personajes perfectamente conformados, cada uno con sus cosas, su personalidad, su mochila a cuestas.

Ya en "El último gin tónic" destaqué como elemento importante en Rafael Soler el recurso del Humor. Si comparo ambos relatos creo que hay más humor en ésta, un tono humorístico que acompaña y lustra muchas de las situaciones que si no serían mucho más difíciles de digerir:

  • " Coronel era un bebedor tenaz, que nunca dejaba nada a medias, ni siquiera las botellas de vino rosado, que hay que tener valor " (p. 76)

  • "-Habitualmente nos morimos todos, Tomás.
    -Los viejos más, Coronel. Los viejos se mueren muchísimo.
    " (p. 129)

  • " El calvo lucía una camisa de flores, que llevaba por fuera, y unos zapatos marrones que cualquier tribunal habría aceptado como un agravante incuestionable. " (p. 154)

Pero tener momentos de humor no quiere decir que "Necesito una isla grande" sea una novela humorística, para nada. Más bien nos encontramos ante una novela de filosofía práctica. Rafael Soler muestra a Tomás como personaje que no elude la realidad aunque ello le haga sufrir cierta angustia existencial que en ocasiones se precipita directamente en lo escatológico: " Su buen amigo Pulga bebía despacio. [...] Tomás hizo lo mismo, agitando la cabeza para alejar la imagen de cuanto acontecía al despuntar el tercer día: resignados en sus féretros, los abdómenes rompían su falsa turgencia dando suelta al gas hediondo de la muerte " (p. 79)

Se detecta en esta novela una apuesta decidida por la vida activa e independiente hasta el final. Estos personajes residentes se niegan a ser personas superfluas y, en línea con ese realismo duro y desgarrado que inunda el relato, no quieren vivir en una institución para desechos humanos porque -piensa Panocha, el promotor de esta escapada- " una Residencia, que es un eufemismo para no decir asilo, como si así fueran viejos de mejor ver, más llevaderos, porque no es lo mismo enviar a tu padre a una Residencia y que disfrute, que aparcarlo en un asilo y que reviente . " (p. 133).

Los temas, duros, que aparecen en esta narración, presentados de manera desnuda o envueltos en un tono irónico o humorístico los enuncia Rafael Soler en una prosa impregnada de poesía. Y es que Rafael Soler es fundamentalmente poeta como atestiguan sus ocho poemarios, el último titulado "Leer después de quemar". En esta novela podrían destacarse muchísimos fragmentos henchidos de poesía. Para la reseña he elegido uno, entre otros posibles, que me parece importante y revelador del tono existencial predominante en el relato. Es una reflexión de Julián pensando sobre la futura y probable muerte de Tomás, su padre:

"Llegado ese momento él cerraría las persianas, y si acontecía al aire libre, el capuchón del cielo, un párpado tras otro para que su nube preferida - un acordeón con forma de campana - hiciera por una vez de centinela. " (pág 82).

Y en esta enunciación la lengua se construye, de una manera natural, con proliferación de recursos narrativos. De ellos me ha llamado poderosamente la atención el empleo frecuente de la 2ª persona narrativa para transmitir esa idea del soliloquio, esa idea tan machadiana del 'converso con el hombre que siempre va conmigo', que es efectivamente lo que hacen no pocas veces los personajes que por edad, y en una o dos ocasiones por la finitud de su estado vital, piensan y reflexionan viéndose a sí mismos como desde fuera (" el segundo cuarenta y dos, que es con diferencia el mejor de todos, un segundo terminal para la vida que te falta, Rocky, la vida que tienes entera por vivir ", pág. 125); otras veces es el propio narrador externo quien en un momento dado pone de su propia experiencia para explicarse mejor (" se aclaró sin mucho éxito la voz, pues cuando tienes el mirar turbio la voz es solo un eco ", pág. 76)

También embellecen el relato y hacen que la lectura sea más gustosa y en varios momentos divertida creaciones léxicas y relaciones sintagmáticas sorprendentes, muy poéticas, que abundan en la narración. Ejemplo de ambos recursos lo tenemos cuando Panocha refiere para sus adentros -en estilo indirecto libre-, involucrándose en lo que cuenta, un sanguinolento acceso de tos que le ha sobrevenido a Tomás: " No tenía pañuelo, cagoentodo. Por un error de cálculo y de vida había salido de su cuarto sin salud y sin pañuelo "

El peso de la historia recae sobre los dos personajes más literarios: Tomás, periodista cuando activo y ahora director del grupo teatral de la Residencia, está constantemente ideando titulares y tiradas sintácticas adecuadas para un artículo periodístico. Esos titulares que repentiza y esas frases que se le ocurren están preñados la mayoría de las veces de humor negro pues la mayoría se le ocurren a propósito de la terrible enfermedad que anida en él desde hace unos meses:

      [a Tomás] "le gustó aquella imagen. Carcinomas al primer hervor, sopa terminal, metástasis en su mejor punto, fin de la función. "
      "INTENTA POSPONER COMA ETÍLICO CON DIVAGACIONES FILOSÓFICAS DE MEDIO PELO " (como titular)

El otro gran personaje de esta novela poética es sin lugar a dudas Carmina. Ella es la autora de los relatos que literaturizan y en parte subliman la penosa realidad en que viven estos cinco ancianos, incluida ella en el quinteto, que han decidido poner tierra de por medioy escapar así al menos de la dura realidad que se les avecinaba en la Residencia. Carmina es el ser que sirve de hilazón intergeneracional: ayuda a Julián a salir de la sequía creativa por la que está pasando y que está abocando al fracaso a su programa radiofónico; entiende perfectamente a Cris, la joven libre y vital, que lo acompaña; y al tiempo es sabedora de toda la problemática existencial del grupo de ancianos a quienes procurará una solución.

Rafael Soler.

Esa solución se encuentra al lado de ese mar donde ella vivió de niña junto a Baltasar, su padre, un ser libre que como el mítico actor Stewart Granger -el Cine es una referencia constante en la novela- no dejó que nadie dirigiera su vida. Carmina, por ello, admiraba mucho a su padre y allí junto a ese mar a donde por azar ahora ha regresado recuerda el primer verso que compuso a los 15 años ('Un mar severamente oscuro '); verso al que luego vinieron a juntarse después muchos otros " de los que hacen a un poeta sin una coma de más ni una palabra de menos, historias que merecen ser contadas en su parque de Lyon, a la salida de un concierto, en tantos años que enlazaron su ilusión por conocer la India con una vejez que llegó de improviso, y la dejó sin más compañía que una vida imaginada enteramente suya ". (pág 130). O sea, el brutal e inmisericorde paso de la vida. Con esta solución que viene en parte de mano de la literatura, en cierta manera ella cierra el círculo.

En definitiva, "Necesito una isla grande" es una novela entretenida, profunda, que se lee muy bien, con un ritmo ágil muy cinematográfico, que toca temas sensibles y muy actuales: la vejez, la desinhibición en todos los terrenos de los jóvenes, la necesidad de tener siempre proyectos en ciernes, la salvación a través del arte... Lectura más que recomendable la de esta novela de Rafael Soler, un escritor que siempre sorprende por su libertad creativa, por el lirismo de su prosa, por su ironía, por sus personajes, por la sentimentalidad de la que los provee... por su innegable maestría.

Rafael Soler.


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