En este artículo publicado en Project Syndicate, el economista Raghuram Rajan analiza los cambios que sufrirá el comercio y la producción mundial a raíz de la profunda crisis financiera que vive el mundo.
Es probable que el crecimiento mundial continúe deprimido en los siguientes años, durante los cuales los países industrializados estarán luchando para equilibrar las hojas de balance del gobierno y las familias, y los mercados emergentes estarán reduciendo su dependencia de la demanda de los países avanzados. A medida que continúe esta depuración de la gran recesión una cosa es clara: la demanda global procederá en el futuro de los miles de millones de consumidores en África, China y la India. Sin embargo, tomará tiempo activar esa demanda porque lo que ahora se produce en el mundo para los consumidores de los países industrializados no puede enviarse a los consumidores de los mercados emergentes, en especial a los más pobres de ellos.
Si se quiere hablar de los miles de millones de nuevos consumidores en lugar de las decenas de millones que tienen ingresos similares a los de las clases medias en los países avanzados, se tiene que reconocer que muchos consumidores en los mercados emergentes tienen ingresos mucho más bajos que los de los países industrializados, y viven en condiciones muy distintas. Sus necesidades son diferentes y los productores en todo el mundo los han, hasta hace poco, ignorado.
Sin embargo, los tiempos están cambiando. Cada vez más los productores se enfocan en las personas, que si bien no están en el nivel más bajo de la pirámide de ingresos, comprenden una gran mayoría que está muy cerca de él.
Por ejemplo, la compañía india, Godrej, está produciendo un refrigerador innovador que está destinado a los aldeanos pobres. Las aldeanas a menudo se ven obligadas a cocinar varias veces al día porque los alimentos que prepararon en la mañana se descomponen debido al clima caluroso. Les gustaría poder refrigerar los sobrantes, lo cual limitaría el desperdicio así como el tiempo dedicado a cocinar. Por desgracia, la oferta intermitente de electricidad incluso cuando hay, no ha permitido acceder a los refrigeradores con un sistema de compresor eléctrico porque consumen mucha energía.
Los ingenieros de Godrej observaron que si el objetivo era solamente evitar que los alimentos se echaran a perder, y no necesariamente hacer hielo, entonces sería suficiente que el refrigerador enfriara a unos cuantos grados arriba de cero. Ello permitiría usar un ventilador de menor consumo de energía en lugar de un compresor, y el ventilador podría funcionar con baterías y no depender de la red eléctrica.
Este es el tipo de productos de producción económica que puede originar una gran demanda de los consumidores en los mercados emergentes. Las compañías en el mundo industrializado están tomando nota. General Electric, por ejemplo, está reduciendo las funciones que ofrece su equipo médico a lo estrictamente indispensable para poder abastecer a las clínicas de zonas rurales remotas en el mundo en desarrollo. Las funciones “básicas” hacen más asequible el equipo sin afectar la calidad.
En la siguiente década, el aumento de este tipo de demanda en los países en desarrollo ayudará a contrarrestar el lento crecimiento de la demanda en los países industrializados. Sin embargo, el proceso no se puede acelerar. Por desgracia, con los altos niveles de desempleo en los países avanzados, los responsables del diseño de políticas quieren hacer algo –lo que sea- para acelerar el crecimiento. Sin embargo, las políticas agresivas que están aplicando podrían poner en peligro el proceso de ajuste.
Consideremos la incursión de la Reserva Federal en las actividades de facilitación cuantitativa. Claramente, el objetivo de la Reserva es aumentar los precios de los bonos con la esperanza de que la reducción de las tasas de interés a largo plazo impulsará la inversión corporativa. Además, la Reserva espera que esa reducción de las tasas de interés hará subir los precios de los activos, lo cual daría a los hogares más recursos y mayores incentivos para consumir. Finalmente, al demostrar que hay la voluntad de imprimir dinero, la Reserva espera incrementar las perspectivas de inflación respecto de sus reducidos niveles actuales.
Aunque parece que los mercados están previendo niveles sustanciales de facilitación cuantitativa, la inversión corporativa estadounidense sigue deprimida. Además los hogares están evitando derrochar otra vez como lo hicieron en el pasado, sin importar su percepción de bienestar económico propio.
Sin embargo, la Reserva ha logrado mejorar las expectativas de inflación en los Estados Unidos. Con sus compras anticipadas de bonos, que mantienen estables las tasas de interés, el efecto neto es que los inversionistas no ven ganancias reales adecuadas por tener activos en dólares, lo que tal vez sea una de las razones por las que el dólar se ha estado depreciando.
Los mercados emergentes están inquietos porque se piensa que la política monetaria ultra agresiva de la Reserva tendrá poco efecto en la expansión de la demanda interna estadounidense. En cambio, desplazará la demanda a los productores de ese país, como ocurriría con una intervención directa en el tipo de cambio. En otras palabras, la facilitación cuantitativa parece ser un método tan eficaz para depreciar el dólar como lo sería venderlo en los mercados de divisas.
Como saben que el aumento de la demanda interna tomará algún tiempo, los mercados emergentes no quieren correr el riesgo de un colapso en las exportaciones hacia los Estados Unidos al permitir que sus monedas se aprecien muy rápido respecto del dólar. Están resistiendo la apreciación mediante una intervención en el tipo de cambio y controles de capital. Como resultado, tal vez no veamos un crecimiento sostenido de la demanda en los mercados emergentes. En cambio, podría darse un exceso de liquidez y nuevas burbujas de activos en los mercados financieros e inmobiliarios mundiales, lo cual obstaculizaría o hundiría el crecimiento.
¿Quién cederá primero en el actual enfrentamiento por las divisas? Los Estados Unidos (y otros países industrializados) podrían argumentar que tienen altos niveles de desempleo y deben estar en libertad de adoptar las políticas que estimulen el crecimiento, aunque sea a expensas del crecimiento en los mercados emergentes. Estos países, a su vez, podrían argumentar que incluso los hogares más pobres en los Estados Unidos están en condiciones mucho mejores que el promedio de los hogares en los mercados emergentes.
En lugar de discutir quién tiene más argumentos a favor, sería mejor si todas las partes llegaran a un acuerdo –si todos cedieran simultáneamente. Los Estados Unidos deben moderar su política monetaria agresiva y centrarse en corregir sus propios problemas económicos estructurales; mientras que los mercados emergentes deben responder permitiendo que sus tipos de cambio se aprecien sostenidamente con lo que facilitaría el crecimiento de la demanda interna. ¿Es mucho pedir que el G-20 llegue un acuerdo razonable?
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Raghuram Rajan, profesor de Finanzas de la Booth School of Business de la Universidad de Chicago, es autor de Fault Lines: How Hidden Fractures Still Threaten the World Economy, que recientemente recibió el premio del libro del año otorgado por The Financial Times/Goldman Sachs Business. Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización