Quinto día de viaje. Abandonamos Pulau Wayag, nuestro destino paradisiaco al norte de Raja Ampat
Con algo de tristeza iniciamos nuestro camino de retorno al sur, rumbo a Sorong, en la isla de Nueva Guinea. Nos hubiéramos quedado encantados unos días más descubriendo los secretos de la maravillosa Wayag, pero a falta de tres días para coger el avión de vuelta a Jakarta no podíamos arriesgarnos a quedarnos tirados por culpa del mal tiempo o de una avería en alta mar.
Nos esperaban por delante siete horas de travesía hasta recorrer 150 kilómetros. Se dice pronto, pero navegar esta distancia a bordo de un long boat es una burrada. Antes de partir desayunamos bien y nos armamos de paciencia para pasar el día entero en el barco.
Con música y un libro lo llevábamos de forma más o menos amena, pero estar dentro del barco tanto rato terminaba rayando y había que salir fuera a tomar el aire. Aprovechábamos entonces para hacer alguna foto cuando pasábamos cerca de alguna isla.
Durante las primeras horas de trayecto no vimos rastro de civilización alguno, y es que habíamos llegado casi hasta los confines del mundo. Pasamos por delante de la Bahía de Aljui y continuamos hasta divisar el poblado de Mutus, una de las últimas islas habitadas al norte de Raja Ampat.
Después de llevar tres horas a bordo del barco, agradecíamos pisar tierra firme de nuevo.
Los habitantes de Mutus salieron a recibirnos al muelle. Parece que por esas latitudes no se ven turistas blancos muy a menudo. Éramos la sensación.
Lo que más nos llamó la atención sin duda fue que la comunidad estuviera formada en su mayoría por niños pequeños. Por aquí no tienen problemas de natalidad, que digamos.
Con gran hospitalidad nos dejarnos pasar del muelle y se ofrecieron a enseñarnos el pueblo.
El poblado era muy sencillo. Las casas eran rudimentarias, estaban construidas con madera y tejado de hojas de palmera o de chapa.
Lo más parecido a una tienda que nos encontramos fue esta caseta de madera con el mostrador como ventana.
La única estructura de cemento que había era una iglesia. Como en otras comunidades de la zona, la religión principal es el Cristianismo, que llegó a Indonesia por los protestantes holandeses.
Pese a los evidentes problemas de comunicación, los locales se mostraron muy abiertos y hubo momentos divertidos.
Una vez más durante este viaje, conocimos a gente que vivía con muy pocos recursos pero cuyo nivel de felicidad estaba por las nubes. No paraban de sonreir, era alucinante. En el mundo desarrollado los seres humanos hemos perdido por completo esa cualidad.
Después de estirar las piernas y despejarnos, estábamos listos para seguir navegando. Regresamos al embarcadero y nos despedimos de los habitantes de Mutus, contagiados de su alegría.
A la hora de trayecto nos empezó a entrar hambre. Después de cuatro días habíamos agotado ya nuestras provisiones de comida y cena así que decidimos parar a almorzar en la siguiente isla habitada, Pulau Pef.
Pulau Pef es una isla resort. Cuenta con uno de los cuatro hoteles para millonarios que hay en Raja Ampat.
A pesar de no ser clientes, confiábamos en que fuesen lo mínimamente generosos como para dejarnos comer en el restaurante del hotel, pagando el precio que fuese necesario, eso por supuesto.
El personal de servicio anunció nuestra llegada al manager del hotel y le preguntó si podíamos almorzar en el restaurante. Al cabo de un rato regresó con malas noticias. Al parecer, en la cocina del resort contaban normalmente con los ingredientes justos para preparar las comidas a los huéspedes, así que no podían ofrecernos nada. Qué decepción.
Nos montamos en el barco y proseguimos nuestro camino. Estábamos a tan sólo un par de horas de nuestro destino, Pulau Kri, por tanto decidimos aguantar el hambre y almorzar cuando llegásemos allí.
Para poder llegar a Kri antes teníamos que atravesar una zona conocida como The Passage, un estrecho pasadizo entre las islas de Waigeo y Pulau Gam.
El paso marítimo era espectacular. Se podía ver claramente el pasillo de mar que transcurría entre las paredes de roca.
Más adelante, el pasadizo se ensanchaba y encontramos algunos islotes de karst salpicando el mar. Fue una sorpresa encontrarnos con este paisaje durante el camino de regreso.
Tras atravesar el estrecho, comenzamos a rodear Pulau Gam y descubrimos un insólito poblado de casas sobre pilares apoyado en la ladera de una colina. Una curiosa forma de asentamiento. Cuántos secretos más escondía Raja Ampat.
A primera hora de la tarde llegamos por fin a Pulau Kri, el objetivo marcado en el itinerario de ese día.
Llevábamos más hambre que el perro de un ciego, así que no nos entretuvimos demasiado y fuimos directos alhomestay en el que nos habíamos alojado a la ida hacía tres días, Yenkoranu Homestay. De nuevo íbamos sin reserva, así que cruzamos los dedos para que no hubiera problemas de disponibilidad.
Nos encontramos con que ese día no había huéspedes, así que pedimos que nos preparan un almuerzo tardío y después de atiborrarnos de arroz y verduras nos tumbamos en la hamaca a descansar del largo viaje.
Sobre las 18:30 despertamos justo para ver el atardecer, un momento siempre mágico aquí en Raja Ampat.
El sol se puso en el horizonte y el cielo de nubes se tiñó de rojo, dejándonos esta bonita postal para el recuerdo.
El día terminaba de la mejor forma posible y el plan de viaje seguía según lo previsto. Habíamos conseguido cubrir más de la mitad de la distancia entre Wayag y Sorong sin ningún problema, así que íbamos bien de tiempo. Si queríamos, podíamos alcanzar Sorong en otras cuatro o cinco horas de viaje, pero no teníamos prisa por llegar a puerto porque allí no había mucho que hacer.
Estaríamos mucho mejor quedándonos un día más en el homestay de Kri, con la playa a un paso. Podríamos aprovechar así para descansar del ajetreo de los días anteriores, no vaya a ser que terminemos el viaje por Indonesia agotados.
Así pues, otro día más en el paraíso.