Mentiras, cintas de video, pero sexo no ¡por favor!
Hace unos días, el ministro Luis de Guindos –conocido jocosamente como Mr. Windows-, declaraba que había que empezar a pensar que ciertas rentas debían de ser castigadas con aportaciones suplementarias en sus idas a la sanidad pública. Concretamente hablaba de las rentas superiores a los 100.000 euros anuales. Sonó la alarma y Carlos Floriano –otro ppijo, pero éste extremeño-, salió a la palestra declarando que “eran reflexiones personales del ministro”. Otro fail, ya que a los pocos días, las reflexiones se convirtieron en realidad palpable. Se habló de Central de Compras, de tarjeta única, pero nunca se mencionó al copago –mejor dicho re-pago-, como solución, aunque en el inconsciente colectivo se mascaba esta medida.
Pero que mona soy ¡por Dios!
Todos somos conscientes de que hay que ahorrar, de que hay que hacer ajustes (véase hay otra forma de hacer las cosas) –pero no recortes y tijeretazos-, pero atacar de esta forma tan violenta a las clases pasivas de un país no es de recibo, por mucho que intenten convencernos de las bondades de la medida. Parece ser que la doctrina del FMI –la mayor esperanza de vida de los países es una lacra para la sociedad, para mí, una doctrina hitleriana digna de Mein Kampf- en cuanto a las prestaciones sociales a nuestros mayores ha calado hondo en el ejecutivo español. Las medidas tomadas dicen que nos acercan a nuestro entorno europeo. Cierto es que en ese entorno hay pagos adicionales, pero como diría Perry Mason en sus películas, no es menos cierto que los ingresos de sus ciudadanos y la seguridad de los mismos, no tienen nada, pero nada que ver con los percibidos hoy en día en España. Véase el sueldo mínimo de Francia o de Alemania, por poner un ejemplo.Ataque a los menos favorecidos
Uno de los índices de desarrollo de un país, es la llamada esperanza de vida. Ésta ha aumentado notablemente en las últimas décadas en España. Alguien creerá que se debe a mejorías sociales o de genética. Error. Los avances en la medicina han sido fundamentales para poder llegar a esa edad media de fallecimientos. Esos mismos avances médicos van de la mano de la investigación farmacológica, que ponen al alcance del ser humano medicamentos más eficaces en la lucha contra las enfermedades. Lógicamente, una persona cuantos más años tenga, más necesitada está de esos avances, de esos fármacos. Lamentablemente, la media de ingresos de la mal llamada tercera edad en España no es muy alta, con lo cual cobrar al enfermo más necesitado y con menos recursos por sus necesarias medicinas, a mí me parece una canallada. Y las canalladas, las cometen los canallas. Se habla de un máximo de 8 euros al mes para cierto tipo de jubilados, y de 18 euros para las rentas pasivas más altas. Si una viuda cobra 450 euros mensuales de pensión, ¿saben las altas mentes pensantes de nuestro país lo que suponen 8 euros? Pues al precio en que se encuentra una barra de pan habitual de cuarto de kilo en Oviedo, 16 días de pan. Encaje de bolillos ha de hacer esa viuda. Ahora, además, ingeniería financiera. Cañones o mantequilla, decía el profesor Samuelson.
Lo que nos queda por sufrir
Recuerdo que, hace años, la derecha rechazaba la eutanasia y la muerte digna, en que era abrir el camino para la exterminación de los mayores, de aquellos seres humanos que no eran ya útiles –productivamente hablando- a la sociedad. Podría ser un razonamiento válido. Usando el mismo, estas medidas tomadas por la ministra Mato, pueden ser –de hecho lo serán- la antesala de repagar por ir al médico, repagar por hospitalización, repagar por la alimentación en la hospitalización, y lo más grave, privatizar al estilo neo-liberal –como Chile- la atención sanitaria. Si el ciudadano no tiene plata –tal y como dicen en mi querido país andino-, a la beneficencia de salud. Si no tiene seguro privado o fondos suficientes, la atención no se le presta, se le niega. Nos hacen volver al siglo XIX. Leí hace unas horas un tuit en el que decía: “Lo único gratis que nos va a quedar, van a ser las misas, en las cuales se va a poder ir a comer o a cenar”, por aquello del pan y del vino. A priori, y con humor, no deja de tener razón, pero, ¿quién nos asegura que esa empresa pública (La Iglesia católica) -¿cuántos millones recibe del Estado hoy?- no empiece a hacer promociones de 3 euros por recibir la comunión? Mientras el Gobierno español preocupado de los millones restrictivos de YPF, pero ¿saben que hace unos días un niño falleció porque no estaba abierto el quirófano en Tarragona y no aguantó en su traslado a Barcelona? No he oído a ningún miembro del ejecutivo ponerse gallo contra CiU, ni salir con cara de circustancias hablando de que iban a tomar medidas. Para terminar, repito la coletilla final en otras entradas: Señores del Gobierno, ¡Váyanse a la mierda!