Por España va apareciendo la idea de que todo va mejor, económica y socialmente, y quizás por ello ni siquiera el independentismo preocupa demasiado, como si se creyera que no tiene salida por mucho que se manifieste.
Acaba de conocerse el notable descenso del paro registrado en julio, el mayor desde 1997, con 83.993 desempleados menos y 84.721 cotizantes más, lo que rebaja la cifra de parados a 3.683.061 y eleva la de cotizantes a 17.844.992.
La Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre del año ya había anticipado menos de cuatro millones de parados; mientras, crece la economía en torno al 3 por ciento y caen los precios del bono y de la prima de riesgo.
Seguramente no hay un milagro Mariano Rajoy como impulsor de esta nueva situación, que sindicatos y oposición siguen denunciándola como catastrófica: se desacreditan porque la gente ve que, más que exagerar, mienten.
Quizás la mejoría esté propulsada por una coyuntura internacional favorable y por el creciente del turismo, que emplea al 12,7 por ciento de los trabajadores y aporta el 10,9 del PIB; se expande y simultáneamente importantes competidores sufren ataques yihadistas o crisis graves.
El PSOE, el opositor de mayor importancia, aunque decreciente, promete derogar todas las leyes, laborales, económicas, educativas y de orden público inspiradas por Mariano Rajoy.
Pero esas propuestas de reversión, a las que se une Podemos pidiendo más aún, hacen creer a un número creciente de españoles que devolverían el país a la etapa zapateril.
El marianismo engorda, como se comprobó en la convocatoria electoral de junio, y si hay nuevas elecciones quizás alcance la mayoría absoluta.
La única sombra sería el terrorismo islamista que podría afectar a ese 12,7 por ciento del empleo, y al 10,9 del PIB que viene del turismo.
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SALAS