Hace unos días, el presidente del Gobierno anunciaba, eufórico, el aumento de los españoles que trabajan y el descenso del paro. Bastaron unos datos mediatamente positivos para que a Rajoy echase las campanas al vuelo. El presidente del Gobierno dijo, antes de tomar las vacaciones, que está cumpliendo y que va acabar con el paro, pese a que, si se leen bien las cifras de la EPA, los datos no ofrecen motivo para semejante entusiasmo. Sobre todo si se tiene en cuenta que el único sector que crece es el de los servicios, grupo que se consolida como uno de los impulsores de la actividad en último año con 263.800 trabajadores más, pero con empleos de poca calidad y salarios muy bajos. En cambio, descendió la construcción, con 55.200 empleos menos; la agricultura, con 13.800 menos, y la industria, con una bajada de 2.400. Ese último dato permite entrever a dónde va el futuro económico diseñado por el Gobierno, orientado al sector de los servicios, mientras que la industria irá desapareciendo, dejando en el camino la iniciativa, la investigación y el desarrollo. El Gobierno quiere un mundo laboral de esclavos alejado del progreso y es partidario del ‘que inventen ellos’.
Rajoy destacó que el PP “encontró un país al borde de la quiebra y el rescate” y ha traído un “crecimiento sano y diversificado”, que ha venido para quedarse. “El fatalismo –mitineó– está dando paso a un sentimiento de confianza en el futuro. El 27 de diciembre dije que 2012 había sido el año del ajuste; el 2013, el de las reformas y el 2014, el de la recuperación. El primer semestre del año ha confirmado ese pronóstico. Hemos pasado de ser una Economía al borde de la quiebra a una de las economías que más crece en Europa”. Repitió que el empleo, “ha dado un giro de 180 grados”, pasando de “bajar a un ritmo del 12%, a crecer al 7%”. Y aseguró poder hablar de creación de empleo neto por primera vez en seis años y de la mayor caída de desempleo en la serie histórica. “La ocupación ha crecido en 400.000 personas y hay 101.194 jóvenes parados menos que cuando llegamos al Gobierno”, agregó, llegando a afirmar que “jamás en la historia el crecimiento se ha trasladado a la creación de empleo de manera tan directa y tan inmediata como ahora”.
Rajoy evitó mencionar en todo momento la palabra “corrupción”, evitando afrontar directamente las preguntas de los periodistas. No quiso pronunciar los nombres de los extesoreros del PP investigados por la justicia, ni los de Matas o Fabra, ni quiso hablar del caso Gürtel. Unos corruptos que “ya no están” en su partido ni en la vida política”, insistió, reconociendo “que no gusta a nadie que se produzcan acontecimientos como estos”. Pero otros economistas, como José Carlos Díez, autor de Hay vida después de la crisis, alertaba en Twitter de que “la creación de empleo pierde gas” y “tardaremos 7 años” en volver a los niveles de empleo de 2011. En diciembre de 2011, cuando fue investido Rajoy, había 17,2 millones de afiliados a la Seguridad Social, mientras que julio 2014 de este año se cerró con 16,5 millones. Se han perdido exactamente 651.864 cotizantes.
Pero, antes de salir de vacaciones, Rajoy prefirió celebrar el triunfo en una España irreal, regodeándose en el dibujo de una España alejada de la realidad en la que viven 5 6 millones de parados, más de la mitad de los jóvenes sin trabajo, y con casi dos millones de familias con todos sus miembros en el desempleo, prefiriendo hablar de una recuperación “firme y cada vez más intensa que ha venido a quedarse”. El jefe del Ejecutivo defendió también el rescate de los bancos en quiebra, “mucho más barata y mejor para la mayoría de los españoles” y la última reforma fiscal aprobada por el Gobierno porque “va aliviar la carga para las rentas más bajas”. Una opinión muy distinta a la del sindicato de técnicos de Hacienda Gestha, quienes estiman que beneficiará sobre todo a quienes ingresen más de 150.000 euros anuales.